¿Por qué usamos siempre los mismos zapatos?

Se pueden tener mil pares, pero se tiende a elegir los pocos que son más cómodos; la clave está en comprar bien

Desde chatitas, stilettos, botas, botinetas, texanas, mules, borcegos, mocasines, sandalias, flats hasta zapatillas, los zapatos suelen estar en el top de los objetos más deseados por las mujeres. Pero pese a que podemos tener en el guardarropa unos veinte pares de zapatos, al momento de salir siempre elegimos entre un promedio de cinco. ¿Por qué? Una de las respuestas que rápidamente planteamos es que elegimos aquellos modelos con los que sentimos que caminamos como descalzas.El ritmo de vida que llevamos no es un dato menor, influye y mucho, porque cuando pasamos casi todo el día en actividad fuera de casa, caminar cómodas se vuelve una necesidad. Muchas veces resignamos elegancia en pos de bienestar y aquellos zapatos menos cómodos quedan relegados.

Entonces, calzar el pie en un zapato cómodo es fundamental ya que son los que soportan el peso de todo el cuerpo sobre sus 26 huesos durante muchas horas. Al peso hay que sumar el movimiento, los pies tienen más articulaciones que todos los huesos del cuerpo, nervios, músculos, cartílagos y vasos sanguíneos; representan la base de un edificio, nuestro soporte, y a menudo les restamos importancia.

Hay que conocer los pies

La clave para no dejar en el placard zapatos con poco uso y hasta sin usar, es conocer nuestros pies, no solo su talla en longitud sino también saber si es un pie plano, ancho o angosto (principalmente en la punta del pie o antepié), si tiene un apoyo normal, plano (con poco arco) o cavo (con mucho arco).

Es útil hacer una consulta con un ortopedista que hará una pedigrafía para diagnosticar correctamente el tipo de apoyo, los distintos puntos de presión que ejerce el cuerpo (que se conoce mediante los estudios de paso) y la existencia de variantes o deformidades esqueléticas como por ejemplo, si tenemos dedos martillo (que aparecen en una posición flexionada similar a un martillo), juanetes (en los que el primer dedo del pie se desvía hacia afuera) o si tenemos callosidades que incidan en la pisada.

Los problemas más comunes que nos traen los zapatos tienen que ver con dolor en zonas de fricción, compresión o roce, esto se llama bursitis y puede ocurrir en prominencias óseas normales o en zonas deformadas del pie como por ejemplo en el caso de un pie con hallux valgus (comúnmente llamados juanetes) y también en dedos martillo.

También son frecuentes las molestias por el uso de zapatos demasiado apretados en los metatarsianos (los huesos que en la zona de soporte del arco). Con el paso del tiempo, una mala elección puede traer dolores en los pies, rodillas, cadera y columna.

Es importante que el calzado se sienta cómodo y que el material con que está confeccionado le permita al pie “respirar”, evitando la transpiración excesiva, que puede derivar en una onicomicosis (presencia de hongos).

Toda esta información es esencial al momento de ir a una zapatería. Siempre conviene ir a comprar zapatos luego de haber hecho una caminata o después de estar de pie por unas horas y es fundamental ir por la tarde (nunca antes de las 17) porque los pies acumulan líquido durante el día y aumentan su volumen, si nos probamos un par de zapatos por la mañana nuestro pie será más pequeño. También se recomienda llevar un par de medias de las que solemos usar para asegurarnos dar con el talle correcto. Es muy importante determinar que el calzado no genere roces y que tampoco quede flojo de manera que el pie “baile” dentro. Muchas veces nos gusta un zapato que no calza bien, pero más allá de la estética hay que considerar que el zapato se adapte a nuestro pie y no el pie al zapato.