¿En dónde añejan las botellas de vino bajo hielo?

Un viticultor de Burdeos, la capital francesa del vino, quiere optimizar la conservación de sus vinos blancos y tintos.

Con una pala, el viticultor Franck Labeyrie cavó un buen rato en una estación de esquí delos Pirineos franceses para recuperar su tesoro: unas botellas de vino sepultadas bajo la nieve, a 2.400 metros de altitud.

“Nos costó quitar la nieve, había tres o cuatro metros de hielo”, cuenta. Primero se usó maquinaria y después, con empleados de la estación, terminaron a mano. “Después de cinco meses bajo la nieve deberíamos ver diferencias”, confía, reconfortado por los resultados de otras pruebas en el mar y en una mina belga.

Para llegar al lugar donde en enero enterró 1.200 botellas hay que escalar pendientes escarpadas. Las dos cajas de hierro que contienen las botellas resultaron un poco dañadas por el peso de la nieve que durante el invierno alcanzó a los 10 metros de altura. Algunas se rompieron, tiñendo el hielo de un color púrpura.

Los contenedores volaron en helicóptero hasta Cauterets, en los Pirineos. En la estación de esquí, 600 metros más abajo, el viticultor degustó el contenido de algunas botellas, cubiertas todavía por una fina película de nieve. Rodeado de un sumiller y un enólogo, Franck hervía de impaciencia. “Es un amarillo pajizo muy luminoso”, comentó el sumiller Yves Bottasso, antes de probar el “Blanco de las nieves” 2016.

“Me parece más goloso, más fresco. A causa de la roca se aprecia el aroma a piedra de fusil. Parece más un Sancerre que un Graves”, sentenció.

 Vino de las alturas

Posee una acidez excelente, es afrutado, mineral, largo de persistencia. “¡Ganamos en altura. Es muy aéreo, de lo alto de la cima!”, afirmó con una sonrisa Jean-Christophe Simon, enólogo de la facultad de enología de Toulouse (sudoeste), que no se esperaba “algo tan diferente”.

El “Tinto de las nieves” 2015 recuerda a un vino del Loira. Sus meses en montaña le aportaron cuerpo y madurez en aromas. “Me esperaba vinos poco evolucionados o nada”, porque la nieve hace de frigorífico, añadió Simon, pero “finalmente surgió un nuevo producto”.

“Confirma mi intuición”, se alegra Franck, de 41 años. “No pensaba que se fuese a notar tanto”, comentó ante la presencia de su hijo.

¿Y ahora qué? Toca comercializar este “vino de Cauterets”, que ya parece despertar interés en el valle y entre los chinos, y sobre todo analizarlo para entender a qué se debe el cambio de sabor.

Fuente El Heraldo