La maldición de las momias egipcias del museo

La colección de momias egipcias de nuestra ciudad no sólo es única por su rareza, sino por los hechos que han ocurrido en torno a ellas desde que se las comenzó a investigar. Aquí algunos de los acontecimientos que quedaron registrados en estos años.

El Museo de La Plata cuenta con una colección única de objetos egipcios, muchos de los cuales fueron donados por Dardo Rocha, quien luego de su frustrada candidatura a presidente, viajó durante varios años por los alrededores del Mar Mediterráneo. Entre todo este material también existen varias momias, las cuales no sólo son únicas por su antigüedad, sino por las leyendas que surgieron en torno a ellas y su supuesta maldición.
La egiptología tuvo un auge en la década de 1920, cuando se hablaba de la maldición de Tutankamón. El director del Museo, dr. Luis María Torres, autorizó a abrir los sarcófagos de las momias de La Plata para estudiar su antigüedad, pero al hacerlo se enfermó y terminó renunciando al cargo. Peor suerte corrió su sucesor, Augusto C. Scala, quien murió de un infarto tiempo después de entrar en contacto con las mismas. Se dice que también dos empleados del museo que habían estado involucrados en estos trabajos, Gaggero y Juan Coñoel, sufrieron graves accidentes, falleciendo uno de ellos.
Roque Días, antiguo cuidador del museo, cuenta que también hubo problemas con unas momias chilenas: “Las sacamos con mucho cuidado para ver el ajuar. Los empleados se asomaban al laboratorio y no se animaban a entrar. Era por superstición. Da la coincidencia de que en esa época, un 1 de enero de 1970, salí de vacaciones. A los quince días, tuve un accidente automovilístico terrible y me dieron por muerto. En esos días, otro muchacho que trabajaba en la Intendencia iba con la moto y también tuvo un accidente; y no fueron los únicos”.
Otros extraños sucesos ocurrieron en la década de 1980: “Hace unos 40 años vino el conocido doctor González Toledo, quien trajo un tomógrafo muy moderno al Sanatorio Argentino. Por entonces era joven y aficionado a la egiptología. Y quiso sacarle tomografías a las momias. Entonces, hubo que llevarlas en los sarcófagos al Sanatorio. Vino una ambulancia y con un camillero bajamos las momias, y las cargamos. Era domingo”. Así fue como llegaron con “dos sarcófagos grandes y uno chico, que pertenecía a una momia infantil”; la gente empezó a amontonarse para ver qué pasaba “Entonces le dije al doctor: ‘¿Usted quiere que se vaya la gente? Yo me ocupo’. Y empecé a decirle a la gente que existía la maldición de las momias y cuando quisimos ver, ya no había nadie”. Sin embargo, la llamada maldición pareció haber afectado a Roque y el camillero cuando llevaban a las momias hasta el subsuelo: “Las ingresamos a esos ascensores largos para que entren las camillas. No sé qué apretó el muchacho, que en vez de ir para abajo empezamos a subir con unos movimientos muy raros y nos quedamos trabados en un entrepiso. Y escuchaba que me gritaban ‘Roque, Roque…’. ¿Te imaginás?, la momia en el sarcófago, el camillero y yo en el ascensor. El camillero estaba blanco como un papel y yo en broma, le digo: ‘Empezó a actuar la momia’”. Permanecieron atrapados en el ascensor durante casi dos horas hasta ser rescatados por los técnicos, quienes solucionaron el problema “Se había saltado un fusible. Nunca pasaba eso. Justo pasó un domingo y justo con la momia. La persona que apretó la botonera quizás estaba nerviosa y suponemos que pudo haber apretado mal el botón, pero que se pare en el entrepiso fue muy raro” […] “Cuando terminamos, la sacamos por un pasillo por el que sacan a las personas fallecidas. Estábamos saliendo con el sarcófago cuando pasaban dos señoras mayores, que se sorprendieron y preguntaron qué era eso. Y yo qué les iba a decir. Cómo les explicaba qué hacía una momia egipcia en el Sanatorio Argentino. Entonces les dije: ‘Saben qué pasa, fue su último deseo…’”.