De ayer a hoy: tres libros que reflejan el desarrollo del comunismo

Pasado

Los diarios como fuente son de los bienes más preciados para el historiador. Y cuánto no lo serán, entonces, los del embajador soviético en Londres durante los años de la Segunda Guerra. El cuaderno secreto es el nombre que reciben los diarios de Iván Maiski entre 1932 y 1943, editados por RBA. El texto muestra una escritura para la historia, detallado fresco de los años del apogeo estalinista durante las grandes purgas (que no menciona) y el fin de la Guerra Civil en España, que sigue minuciosamente y con congoja a la vez que datos firmes sobre la acción del PC español y los dirigentes de la República que caería ante Franco.

Freud diría que en los silencios se abisma también la historia, a la que Maiski entrega sus manuscritos. Detallista en todo, no profundiza en los tópicos que sabe serán objeto de polémica sobre el régimen, pero que el editor Gabriel Gorodetsky repone mediante un aparato crítico muy completo. El 24 de agosto de 1939, Maiski escribe: “Ayer, a última hora, se firmó en Moscú el pacto de no agresión entre la URSS y Alemania y hoy Ribbentrop tomará el vuelo de vuelta”. El 1 de septiembre: “Hoy, a primera hora, Alemania ha atacado Polonia sin previo aviso, y ha empezado a bombardear ciudades polacas”. El 3: “Hoy se ha producido el desenlace final”.

“El cuaderno secreto” (RBA), de Gabriel Gorodetsky
“El cuaderno secreto” (RBA), de Gabriel Gorodetsky

El libro permite introducirse en la cotidianidad de la diplomacia de guerra, y sus secretos y curiosidades. “Hitler debe ser destruido. El nazismo debe ser aplastado de una vez por todas -le dice Churchill en su despacho (la tapa del libro los retrata brindando con vodka)-. Que Alemania se vuelva bolchevique. Eso no me asusta. Mejor el comunismo que el nazismo”.

Cuando le cuenta la historia a los Webb, intelectuales socialistas ingleses, no puede dejar de anotar: “¡Cuánto snobismo hay, hasta en los mejores ingleses!”. Es que Beatrice al escuchar la anécdota, responde: “Churchill no es un inglés de verdad, ya sabe. Tiene sangre de negro. Resulta evidente hasta por su aspecto”.

Maiski y Churchill
Maiski y Churchill

El 14 de junio de 1940, Maiski escribe: “París ha caído. Las tropas alemanas están desfilando por los Champs-Élysées y los Grand Boulevards. Hitler ha ordenado que se enarbolen banderas y que suenen las campanas por toda Alemania. ¡No es de extrañar! Ni siquiera Bismarck consiguió una victoria así en 1871”.

Los bombardeos alemanes sobre Londres, los discursos de Churchill en el parlamento, el rol de la monarquía, una visita al popular East End que culmina con dos mil británicos cantando La Internacional en honor al embajador soviético, el mundo trastocado por la guerra en setecientas páginas.

Maiski, de origen judío, no gozaba de las simpatías ni la confianza de Stalin -conocido antisemita- pero no podía relevarlo de su cargo sin que fuese leído como una muestra de debilidad. Por lo tanto, sin contar con la información oficial soviética sobre la guerra, Maiski especula. El 22 de junio de 1941 escribe: “¡Guerra! A las 8.00 me ha despertado una llamada de teléfono de la embajada. Agitado y casi sin aliento, Novikov me ha informado que Hitler ha declarado la guerra a la URSS y que las tropas alemanas han cruzado nuestra frontera a las 4.00″.

Iván Maiski, junto a Stalin en la conferencia de Yalta
Iván Maiski, junto a Stalin en la conferencia de Yalta

¿Un diario puede ayudar a entender los fenómenos políticos de la historia? Un pasaje del 29 de mayo de 1943: “Ha pasado una semana desde la disolución de la Internacional Comunista. ¿Resutado? El primero y más destacado: marca un antes y un después en el desarrollo no sólo de la URSS, sino del mundo entero. Significa que no contamos con que haya una revolución tras la guerra”. El estalinismo, by itself.

Maiski fue llamado a la Unión Soviética. Su última escena en las alturas de la política estaliniana fue cuando ofició de traductor del sanguinario “padrecito de toda Rusia” (y enterrador de la revolución de Octubre) en la Conferencia de Yalta. En 1953 fue detenido por “alta traición”. El terror staliniano le arrancó una “confesión” en la que señalaba que el propio Churchill lo había reclutado como espía. Era la época de la purga conocida como “el complot de los médicos”en la que diferentes líderes soviéticos, judíos casi todos, fueron encarcelados como traidores. Luego de la muerte de Stalin y las intrigas en el Kremlin que Gorodetsky detalla, Maiski fue liberado. Sus diarios son testimonio de una época.

Pasado-Presente

Una disciplina implacable, una compañía permanente, una vigilancia constante. ¿Pero a quién se le ocurriría pasar unas vacaciones con estas características conocidas de antemano? Florencia Grieco es una de las personas que eligió introducirse en la máquina del tiempo y retroceder unas décadas con el mero acto de traspasar las fronteras que permiten ingresar a la República Democrática Popular de Corea, más conocida por nosotros como Corea del Norte, también llamada “el reino ermitaño”.

“Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista” (Debate), de Florencia Grieco
“Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista” (Debate), de Florencia Grieco

La periodista se animó a la experiencia en 2015 y 2017 y de su travesía emergió el libro En Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista, que editó Debate. La periodista da cuenta de una experiencia –porque esa travesía que es casi un oxímoron, ya que es una travesía casi quieta– es una forma de la experiencia, tal como la describía Walter Benjamin, pero que esta vez es posible ponerla en palabras. Ilustrado con más de un centenar de fotos, el texto se parece a una vacación que le habría gustado a Kafka tener.

Para llegar a Corea del Norte es necesario pasar por China, encontrarse con unos guías marciales, seguir sin excepción sus indicaciones, ser acompañado por espías y cruzar finalmente la frontera, previo abandono temporal de pasaportes y toda señal de identificación personal, a la vez que el viaje a una sociedad anclada en un pasado indefinido es perceptible desde el momento en que ya no hay en el celular, comprado con chip de China, más internet. Ni 3G, ni 4G ni wifi: “vosotros que entráis aquí, abandonad toda esperanza”, podría decir un Dante adicto a las redes sociales en Corea.

Retratos de Kim Il Sung (izq.) y Kim Jong Il (der.) en un edificio público de Pyongyang. (Florencia Grieco – @flowergrieco)
Retratos de Kim Il Sung (izq.) y Kim Jong Il (der.) en un edificio público de Pyongyang. (Florencia Grieco – @flowergrieco)

El libro transmite una buena percepción de lo que puede ser percibido, ya que casi todo está vedado al visitante extranjero. En el hotel Yanggakdo, más precisamente, en su piso 42, Grieco puede ver la ciudad quieta, con los edificios en colores pastel y la torre Juche que se puede apreciar desde cualquier lugar de Pyongyang, la capital de esa dinastía inaugurada por Kim Il Sung, sucedido por Kim Il Jong y cuyo cetro “juche” (versión oficial del “comunismo” extravagante de esa nación con ínfulas nucleares) ostenta hoy Kim Il Un.

Si el culto a la personalidad estalinista era ya un escándalo para Kruschev y el XX Congreso del estalinista PC soviético, la imagen del líder, su padre y su abuelo se replican en toda pared, toda estación de subte, todo pin en los uniformes escolares. Grieco asiste a la exhibición de comidas coreanas en abundancia, artilugio usado con frecuencia para reafirmar que la hambruna de 2000 ya pasó, que su millón de víctimas quedaron en un pasado que no quedará en los manuales escolares de esa Corea del Norte del año 104 (los años en ese país, claro, se cuentan a partir del nacimiento del fundador del comunismo coreano).

Vista panorámica de Pyongyang desde la Torre Juche. (Foto: Florencia Grieco – @flowergrieco)
Vista panorámica de Pyongyang desde la Torre Juche. (Foto: Florencia Grieco – @flowergrieco)

República fundada luego de la Segunda Guerra, el libro muestra una historia en la que el belicismo impregna todo el imaginario social y que tiene picos de paroxismo surrealista. Difícil de llegar, ya sea por distancia o porque, por lo general, el vacacionante prefiere conocer culturas amigables, el texto de Grieco es una buena forma de adentrarse en una sociedad extraña, misteriosa y que hoy cuenta con el favor de Donald Trump, que hace poco señaló que estaba “enamorado” de Kim Il Un. Están hechos el uno para el otro.

Pasado-Presente-Futuro

La crisis económica mundial, que no cesa desde la caída de la Lehmann Brothers en 2007 y que se ha convertido en la crisis más larga desde la que asoló al orbe en 1930, permite evaluar la vigencia de Das Kapital, la obra cumbre de Karl Marx, que da cuenta del funcionamiento de la economía capitalista, además de bucear en su historia y mostras su mecanismo.

“La biblia del proletariado” (Siglo veintiuno ), de Horacio Tarcus
“La biblia del proletariado” (Siglo veintiuno ), de Horacio Tarcus

Esta afirmación podría ser realizada por cualquier economista enemigo de las posiciones políticas de Marx, pero cuya honestidad intelectual no le permitiría desdeñar esta obra capital, justamente, para entender el mundo en el que vivimos. Si cada cierto tiempo vuelve a los charts de ventas en librerías de los países desarrollados o se convierte en el éxito impensado de alguna feria del libro, el texto tenía la intención de ser aprehendido por las capas sociales a las que va dirigido, el sujeto social que realizaría la revolución, la clase trabajadora y los sectores intelectuales que adherían a ese postulado. Y en todo el mundo. Por eso el historiador Horacio Tarcus, que dirige el Cedinci (un centro que se ocupa de archivar los documentos de la izquierda argentina en todas sus facetas) escribió La biblia del proletariado (Siglo XXI Editores) para dar cuenta, de forma amena y erudita, de las traducciones del libro, con eje en las traducciones al español, y logra realizar un texto con la estructura del policial. Un whodunnit de estirpe marxiana.

Comienza contando el dato más curioso sobre las traducciones a lenguas no alemanas de Das Kapital, cuya primera versión fue realizada por los populistas rusos, con las consecuencias que ello implicaría en la nación donde el marxismo tendría un desarrollo que no esquivaría las lides de la revolución. Luego, se detiene en la versión francesa realizada por Joseph Roy, que Marx mismo elogiaría de manera desmesurada. Así nacería el periplo en lengua española.

Juan B. Justo
Juan B. Justo

Corre el mito de que Juan B. Justo hizo la primera traducción a nuestra lengua, pero no fue así: tomando como base la versión francesa, el español republicano Pablo Correa y Zafrilla lo hizo primero. Sin embargo, Tarcus cuenta cómo Justo, en su viaje a las europas, decide realizar la primera traducción del original en alemán, así que además del dulce de leche, el colectivo y la birome, se puede señalar que la primera versión del original de Das Kapital fue argentina.

Tarcus da cuenta de las valoraciones que tuvo esa traducción, positivas por su fidelidad al original “pese a desfallecimientos”, como dice otro traductor, y sus limitaciones, sesgadas también por el positivismo librecambista del socialista argentino. Al calor de la República en España, se publica la versión del abogado Pedroso, de gran popularidad, al punto que su editor Manuel Aguilar, en absoluto izquierdista, dice: “Carlos Marx me proporcionó un Chrysler Imperial cuando los tres mil ejemplares de la edición se agotaron en pocos meses. Sobrevino la guerra de España. El Chrysler estaba en el garaje. Fueron por él los comunistas y me lo quitaron. Carlos Marx me lo dio, Carlos Marx me lo quitó”.

Arriba, la primera edición en alemán y su primera traducción rusa y otras ediciones, entre ellas, las de Juan B. Justo
Arriba, la primera edición en alemán y su primera traducción rusa y otras ediciones, entre ellas, las de Juan B. Justo

Wenceslao Roces hace la versión oficial del Partido Comunista Español, donde el giro estalinista no queda oculto, pero se convierte durante años en la versión más consultada, editada por el Fondo de Cultura Económico. Roces, antes de adherir a la ortodoxia estalinista, había realizado la traducción de Mi vida, de León Trotski.

En 1970, el chileno exiliado en la Unión Soviética Cristián Fazio, que había sido vicepresidente del Banco Central trasandino bajo el gobierno de Salvador Allende, emprende con su hijo una nueva traducción. Pero en la que más se detiene Tarcus, y que es considerada hasta hoy la versión más productiva de El capital, es la realizada por el uruguayo Pedro Scaron, que publicó Siglo XXI y que sigue siendo la traducción con la que se manejan los grupos de estudio de la obra en la facultad de Puán, por ejemplo, en Buenos Aires, y que sirve como la entrada más rigurosa al pensamiento económico marxista. Interrumpida por la dictadura y terminada en México, contó con la ayuda intelectual de José Arico y Miguel Murmis. La traducción es la primera edición con un aparato crítico exhaustivo y ha sido usada por generaciones para aprender a leer El capital. Tarcus da cuenta del recorrido de un libro que se leyó ayer, se lee hoy y, con seguridad, se leerá en el futuro, con los riesgos y felicidades que ello implica.