Rodrigo Romero y Toto Ferro, las dos revelaciones del cine nacional de 2018 que no son actores

Ninguno estudió actuación. Uno era albañil, otro estaba en la escuela secundaria, cuando la suerte llamó a sus puertas. Rodrigo Romero y Toto Ferro, las caras de El Potro  y El Ángel, vienen de mundos totalmente diferentes, pero de ahora en más sus historias tienen mucho en común.

Un casting, al que fueron con ilusión pero sin demasiada expectativa, les cambió la vida, aunque no sepan qué pasará con ellos en el futuro. A los dos su parecido impresionante con el personaje principal de la historia  (los rulos dorados y la expresión joven de Ferro y el tono cordobés y la caradurez de Romero) le abrió las puertas de la pantalla grande.

Aunque el 2018 aún no terminó, ambas películas argentinas prometen ser las más taquilleras del año. Desde su estreno el 11 de mayo hasta el miércoles pasado el film que retrata la vida del asesino serial Carlos Robledo Puch fue vista por 1.315.609 personas, mientras que solo en su primer semana en cartel, la historia de Rodrigo Bueno contó con 259.043 espectadores.

Toto tenía 17 años y estaba terminando el colegio secundario en la ORT cuando fue al casting convocado por Undergroound para El Ángel. Fue el primero en la fila, pero a él le siguieron cientos de chicos. Lorenzo había ido incentivado por su papá, Rafael Ferro, que había sido contactado por Luis Ortega.

Impactado por su imagen y su tremendo parecido con el llamado Angel de la Muerte, el director lo dejó con un pie adentro del film apenas lo vio. Solo tenía una objeción: no era actor. Después de varias reuniones y castings, el joven se puso a estudiar actuación: “La realidad es que yo no fui el típico chico que protagonizaba todos los actos escolares ni estudio teatro desde los 5 años“, contó.

Lorenzo, que ya estaba anotado para estudiar Diseño Industrial en la facultad, aunque quería ser cocinero, dio el volantazo y se puso a tomar clases con Alejandro Catalán que lo dejó a punto caramelo para interpretar a Robledo Puch.

¿Qué le depara el destino? No sabe, aunque le gusta la música y el rap, tal vez siga ligado al medio por ese lado. Mientras, disfruta de la fama que le dio El Ángel y visita con el elenco los festivales de cine más importantes del mundo.

Similar, pero aún más superador, ya que él no tenía absolutamente ningún contacto con nadie del mundo de la actuación, es el caso de Rodrigo Romero, el joven cordobés de 29 años que trabajaba haciendo tareas de albañilería  hasta que la suerte llamó a su puerta -o él la fue a buscar- y la directora Lorena Muñoz lo eligió para ponerse en la piel de Rodrigo Bueno en El Potro, lo mejor del amor.

Al igual que en el caso de Ferro, lo que le abrió las puertas fue su impactante similitud física con el personaje a interpretar: “Siempre me vi parecido. Y me gustaba porque él siempre fue mi ídolo. Y me habían propuesto hacer tributos y esas cosas, y la verdad es que nunca me interesó”, contó el flamante actor, papá de tres hijos.

Romero no había pasado ni por la puerta de una escuela de actuación: “Estaba levantando paredes y ahora estoy haciendo películas. Es todo un sueño, un sueño de verdad. Y lo estoy disfrutando”, dijo. Nacido en Río Cuarto, en diálogo con Infobae se definió como un “remador“.

Se enteró por las redes sociales que estaban buscando al protagonista de la película y luego de escuchar tantas veces que era parecido al Potro, se decidió y se presentó. De ahí en más todo cambió y en febrero de este año se instaló en Buenos Aires para prepararse, junto con su coach María Laura Berch, para el gran papel.

Sobre su futuro, dijo previo al estreno en Teleshow: “Quiero quedarme inmerso en el ámbito. Me gustaría perfeccionarme, estudiar actuación, estudiar canto, son dos artes que descubrí con casi 30 años y se me abrió la cabeza. Quiero aprender de todo”.

Muy jóvenes e inexpertos en el medio, aún no saben si su camino es la actuación o si esto fue solo un paréntesis en sus vidas. Lo cierto es que ambos encarnaron a personajes muy fuertes y populares, papeles difíciles de supererar, varas altas para los próximos desafíos.  Sin un futuro definido, son las dos promesas del cine de este año, no son actores pero traspasaron la pantalla y la gente los eligió, cosa que no se aprende en ningún taller de actuación.