Fin de ciclo: los chicos también se estresan

Muchas veces la cantidad de actividades de los chicos los vuelve un blanco fácil de la sobreexigencia. Aquí, un especialista nos orienta.

El jardín o el colegio, la colonia de vacaciones y las actividades extraescolares muestran un universo lleno de ocupaciones en la vida de los niños. Las condiciones laborales actuales, en tanto, dejan muchas veces a las familias sin demasiadas posibilidades de elegir. Entonces entre lo ideal y lo posible, parece abrirse un abismo.

¿Es nocivo que los chicos pasen de la escuela directamente a la colonia?, ¿cuándo son demasiadas las actividades?, ¿qué debemos tener en cuenta a la hora de aumentar nuevas obligaciones? Para responder estas preguntas, se suma la palabra del doctor Esteban Rowensztein, pediatra y secretario del Comité de Pediatría Ambulatoria de la Sociedad Argentina de Pediatría.

En principio, el especialista aclaró que “cuando hablamos de las distintas situaciones que se presentan en la infancia, es imposible hacer una recomendación general dado que la situación particular de cada niño/a y su familia amerita un análisis individual, que tenga en cuenta la singularidad de cada historia”.

Una vez explicado esto, se refirió al comienzo directo de la colonia, tras diez meses en el colegio: “Siempre es bueno, en la medida en que sea posible, que los chicos puedan parar un poco el ritmo intenso que traen de todo el año lectivo.Despertarse temprano, dormir en muchos casos menos de lo necesario para un niño de su edad, el estrés que muchas veces generan las distintas situaciones que se dan en la escuela y las presiones que se presentan en el proceso de aprendizaje, tienen efectos en los niños”.

En ese sentido, añadió que “es necesario poder parar un poco en algún momento, descansar, relajarse y, sobre todo, tener más tiempo para jugar. Tiempo de juego que debería ser resguardado en la vida cotidiana pero que muchas veces por el intenso ritmo de vida se ve impedido”.

Aquí el pediatra destacó un punto vital en el día a día de los chicos: el juego. Quizás por falta de tiempo, por desconocimiento o incluso por cansancio, los papás y mamás no le dan a esto la importancia que requiere.

“Hay algo que se ve muy frecuentemente en muchos niños y que no suele ser tenido en cuenta por los adultos: los chicos se encuentran en una etapa en la cual el juego debe ocupar un lugar primordial de sus vidas. Y en el continuado de actividades que los niños realizan durante el año (jardín o escuela, patín, inglés, gimnasia deportiva, danza, fútbol, etc.), sumado a las horas de pantallas (tv, tablets, celulares, computadoras, etc.) hace que muchas veces pasen días enteros sin tener un momento para poder jugar en forma creativa y libre; para poder dar vuelo a su imaginación”, aseguró Rowensztein.

Hay razones de peso para que los más pequeños dediquen espacio a lo lúdico. En palabras del experto: “Si el niño tiene tantas actividades, tantas obligaciones, que no le dejan tiempo para jugar, entonces, ¿dónde queda su niñez? La infancia, por definición, es tiempo de juego. De modo que es muy importante reparar en que los chicos siempre, pero mucho más cuando terminan sus obligaciones relacionadas con el ciclo lectivo, tengan mucho tiempo para jugar. Entre otras cosas, el juego es fundamental porque es uno de los pocos espacios en los que no hay reglas ni condiciones impuestas por el afuera”.

En tanto, el médico señaló que cuando las posibilidades están dadas y los niños pueden hacer este parate “siempre es bueno que haya algún tiempo, en la medida en que la situación familiar lo permita, para que puedan estar en su casa, jugar, encontrarse con amigos, con la familia, antes de que inicien la temporada de colonia”.

Sin embargo, admitió que la realidad es bastante más compleja que lo que los libros recomiendan a la hora de la crianza: “Considerando el contexto actual y la difícil situación económica y social que estamos atravesando, muchas veces resulta imposible que los padres dejen de trabajar para poder estar al cuidado de sus hijos, y tampoco se cuenta con familia ampliada que pueda ocuparse satisfactoriamente de ellos. Por lo cual, si bien lo ideal es que haya un período de descanso, se debe evitar culpabilizar a los padres cuando no se cuenta con esta posibilidad”.

¿Cómo darnos cuenta cuando los chicos están sobreexigidos?

Hay distintos síntomas que pueden dar una pauta. Rowensztein mencionó que “la sobrecarga de actividades a la que muchas veces son expuestos los niños -por lo general con la mejor intención por parte de los padres- puede generar un cansancio excesivo.

Los niños pueden manifestar esa sobrecarga de distintas formas: irritabilidad, mal humor, somnolencia, dificultades en el sueño y en la alimentación, bajo rendimiento escolar, o dificultades para sostener la atención y la concentración. Si bien ir a la escuela, ir a natación, ir a danza, ir a inglés es importante, no debemos olvidar que si no hay juego, no hay infancia”.

Colonias: qué recaudos tomar

A la hora de inscribir a los chicos en colonias de vacaciones, muchas son las dudas que acosan a madres y padres, por tratarse de un lugar nuevo y desconocido. El médico resaltó que “es importante asegurarse de que los niños concurran a colonias que se desarrollen en lugares seguros, que estén a cargo de gente formada y entrenada en estos menesteres, y que en todo momento se encuentren bajo supervisión de uno o más adultos responsables, según la cantidad de niños que concurran”.

En ese sentido, detalló que “las actividades que se llevan a cabo en las colonias son de tipo recreativas-deportivas no competitivas, y deben ser adecuadas a cada edad. La idea es que los chicos la pasen bien, jueguen, hagan actividad física, generen lazos sociales y se diviertan en un ámbito seguro y, en lo posible, en contacto con la naturaleza”.

Una de las funciones destacadas de estos sitios, según el pediatra, es que “fomenten que los chicos adopten hábitos saludables en cuanto a la alimentación, a la importancia de la actividad física, al cuidado del propio cuerpo, del cuerpo del otro y al respeto por la diversidad”.

Por otra parte, detalló una serie de recaudos que deben tomarse, vinculados a la exposición al sol y los mosquitos, entre otros. “En primer lugar, se deben prevenir los llamados ‘golpes de calor’. Para esto, los días de mucho calor y sol fuerte se debe evitar la actividad física intensa y la exposición al sol en forma directa. Los niños deben ingerir en forma frecuente abundante líquido -primordialmente agua fresca-, usar ropas claras y comer liviano. Si algún niño llegara a presentar dolor de cabeza, náuseas, vómitos, mareos, decaimiento, irritabilidad, tendencia al sueño, debilidad muscular o fiebre, es importante consultar con su pediatra de cabecera rápidamente”, explicó.

Respecto al sol, enumeró otro potencial peligro: “Con el fin de prevenir quemaduras solares y el daño que genera la exposición solar repetida, es muy importante usar protector solar. Se debe colocar al menos 20 minutos antes de la exposición (lo ideal es que salgan de casa con el protector puesto) y utilizar un factor de protección solar de 45 o más, renovar la colocación del mismo cada dos horas (especialmente si juegan con agua o ingresan a piletas) y evitar la exposición al sol directo entre las 11 y las 16.

Por último, destacó la importancia del repelente al asegurar que “dada la posible circulación de enfermedades transmitidas por mosquitos (como el dengue, fiebre chikungunya, etc.), es importante utilizar siempre repelentes en forma adecuada, sobre todo en las primeras horas de la mañana y al atardecer, que son los horarios en los cuales los mosquitos que las transmiten más salen a picar”. Al respecto, mencionó un dato quizás desconocido para muchos: “Primero se debe colocar el protector solar y luego de un rato el repelente”.