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No culpemos al azúcar

Estudios, divulgaciones científicas y nuevos descubrimientos alientan a no erradicar el azúcar en las dietas

El debate sigue, es eterno, pero de a poco se dilucida el tema. Hay un consenso creciente en el mundo en torno de la obesidad como uno de los grandes males sociales y es natural que los estados se preocupen por resolver esta grave epidemia urbana, tal como está ocurriendo.

Para la Organización Mundial de la Salud la causa de la obesidad deriva del desequilibrio entre la ingesta calórica y el gasto energético que suele tener que ver con el sedentarismo o con una inadecuada alimentación, ya sea porque es excesiva para la actividad desarrollada o que no presenta una gran diversidad de productos para balancear la dieta. Frecuentemente, razones funcionales y hasta económicas condicionan estos comportamientos.

En La Nación, desde el Centro Azucarero Argentino, recordaron que pretender atribuir a un alimento natural como el azúcar la culpa de la obesidad es una simplificación demagógica. Las llamadas “paradoja” australiana y británica muestran que la reducción del consumo de azúcar en un 23% entre 1960 y 2015 no fue acompañada por una baja sino por un aumento en las tasas de obesidad del 42% en Australia y la disminución del consumo británico, que fue del 38% en los últimos 50 años, tampoco logró los resultados esperados puesto que la población incremento sus índices de obesidad en un 24,9% durante ese período.

En rigor, el azúcar no sólo es un magnífico endulzante; también sus propiedades -a diferencia de los pretendidos sustitutos- le permiten la conservación natural de los alimentos, regular los sabores, incidir en el proceso de elaboración y cocción, moldear la textura y el volumen y colorear los productos de manera tal de que reemplazarla implicaría apelar a aditivos artificiales que resultan menos inocuos que el azúcar.

Sin embargo, es mucho más fácil atribuir todos los males de la obesidad a un solo producto aparentemente descartable en nuestra dieta. Es, en cambio, bastante más difícil tratar de concluir las razones por las cuales nos ponemos ansiosos y comenzamos una ingesta desproporcionada o aquellas que nos impiden desarrollar una mayor actividad física compensatoria de la ingesta calórica.

La industria azucarera es sensible a todas estas cuestiones y está por lo tanto interesada en formar parte de esa conversación con las autoridades sanitarias y los especialistas en nutrición. Nuestro planteo es que sería mejor empezar a trabajar en las causas de la obesidad, por difícil que parezca, que intentar atacar el problema por sus consecuencias aparentes.

Recientes informes y divulgaciones científicas alrededor del mundo ya comenzaron a alertar sobre la teoría de que, el azúcar, no es el elemento directo de la obesidad y, además, no es recomendable eliminarlo de una dieta sana. Sólo se necesita responsabilidad al momento del consumo.

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