Inicio Opinión “El que se quemó con leche ve una vaca y llora”

“El que se quemó con leche ve una vaca y llora”

Después de un año con “ASPO” Y “DISPO” los ciudadanos se resisten a nuevas medidas restrictivas, a pesar de no desconocer la velocidad de los contagios de esta segunda ola de Covid que afecta a esta parte del planeta.


Es mucha la gente que resiste las restricciones de hecho, cuando no las respetan, poniéndose en riesgo a si mismos y a los demás y las resisten con manifestaciones más o menos públicas (redes sociales, manifestaciones).

¿Qué pasó en nuestra sociedad que hace poco más de un año celebraba la unidad política de nuestros dirigentes para definir medidas de cuidado y hoy, después de 13 meses, los hombres y las mujeres que nos gobiernan ya no pueden sostener acuerdos y han perdido la credibilidad de la gente, que se rebela ante las restricciones?

¿Es acaso el efecto de la vacunación, que produce un falso sentimiento de protección? ¿Es el agotamiento personal y social, la situación económica acuciante de muchos sectores que se vieron seriamente afectados por la inactividad? ¿O es la falta de credibilidad que se han ganado nuestros dirigentes?

Pueden ser todas esas razones, como un cóctel que nos llevará inexorablemente a un pico de contagios del que todavía no tenemos plena conciencia. Aún así sumaría un factor, tal vez el error más “inocente” y con las mayores consecuencias sociales, a partir de las decisiones que el gobierno, con el acompañamiento de la oposición han tomado durante 2020: la prolongación indefinida de las medidas.

Eso que esperábamos cada dos semanas, para saber cómo seguían nuestras vidas y que lentamente con el paso de los días, los meses y ahora ya el año, se ha desvanecido al punto que hasta marchas de protesta se han realizado para desautorizar las decisiones del gobierno.

El pasado 15 de abril, el presidente Alberto Fernández brindó un mensaje en el que informó la decisión del Gobierno Nacional de restringir por 15 días la circulación en la ciudad y la provincia de de Buenos Aires. Entre los anuncios, lo que más repercusiones tuvo aquella tardecita-noche fue la prohibición de circular entre las 20 y las 6 de la mañana. El sector de la gastronomía fue el más afectado por este nuevo cambio de modalidad, pero se adaptó con el sistema de delíberys para no cerrar sus puertas.

Posterior a ese comunicado, se supo que las nuevas restricciones regían en el AMBA (Ciudad y Provincia de Buenos Aires) y cada gobernador debía adherir a las medidas si quería implementarlas en su provincia.

Y si bien las primeras informaciones marcaban que había consenso para no cerrar las escuelas y continuar con las clases presenciales, finalmente decidieron que los alumnos debían volver a las clases virtuales.

Esto provocó la inmediata reacción de sectores que se oponen a volver al sistema de educación que marcó todo 2020, la virtualidad, por considerar que los niños y jóvenes tienen derecho a la educación dentro de las escuelas, que no todos tienen acceso a la conectividad y además necesitan revincularse con sus pares, después de un año de no compartir ese espacio irreemplazable que es la escuela.

Nadie puede cuestionar estas argumentaciones, pero lo más grave que sucedió en relación a este tema, es la politización y la judicialización de la educación. Los ciudadanos comunes tenemos la sensación que políticos, funcionarios y jueces, se juegan mucho más con sus decisiones que la presencialidad o no en las escuelas.

En Santa Fe estamos a las puertas del anuncio de nuevas restricciones. El gobernador Perotti ha dicho que es necesario tomar medidas antipáticas, porque la gente no respeta las que están vigentes.

Es necesario poder despejar todo aquello que nos impide ver la realidad de una pandemia que no perdona. Y que cómo sucedió ya en Europa y en otros países de América, produce más contagios, de manera más vertiginosa y afectando a sectores más jóvenes de la sociedad.

Hoy con el sistema de salud al límite, los contagios expandiéndose en todo el territorio provincial  como una mancha de petróleo en el mar, cada uno de nosotros tiene una responsabilidad individual y social.

Y si bien es cierto aquel dicho de mi abuela, que “quien se quemó con leche ve una vaca y llora”, es momento de la acción consciente y responsable de todos. No es para siempre, es por ahora. Es AHORA.

Salir de la versión móvil