Todo lo que un padre debe aprender de los abuelos

Construyen un vínculo con sus nietos con muchas cosas a imitar, incluso desde el rol de padres.

Los abuelos del alma no pierden tiempo de jugar, juegan y ya… No miran mucho a las pantallas, miran a los ojos.

Los abuelos del alma honran la alquimia de los sabores y los olores, regalan historias de esas que se guardan en cajitas, tejen lanas que construyen sueños.

Lo abuelos del alma siembran semillas de historias mágicas, no se acuerdan de muchas cosas pero no olvidan lo imprescindible.

Dan abrazos que nunca se olvidan.

Los abuelos del alma desparraman ternura como caramelo, quedan guardados en el corazón por siempre y para siempre

Pensaba de qué iba a escribir en la próxima nota, y al tener ese día un viaje de trabajo me dije: “El aeropuerto suele ser lugar de inspiración”. Sin agenda en mano, el momento de esperar el llamado para embarcar es un ideal para las musas. Nada pasó ahí por mi cabeza, sin embargo, ya en vuelo, a mi lado me llamó la atención un abuelo de esos de cuento, encorvado pero joven aún y absolutamente delicioso en su manera de contarle a su nietito de unos 5 años todo lo que iba pasando, desde el despegue en adelante.

Me metí en el mundo de este abuelo y su pequeñín y ahí dije, claro, sobre esto quiero hablar, sobre el tiempo de disfrute compartido de los abuelos con sus nietos, el tiempo de miradas encendidas, el tiempo de la ternura.

Ya hablé en alguna nota de mi abuelo Lázaro. Él se escapó del horror de la guerra a comienzos del 1900, evitando Siberia como destino para el servicio militar por cuatro años, huyó en un barco pasando por distintos países durante meses para tocar finalmente Argentina, donde construiría su familia.

No levantaba más que un metro sesenta, era menudito, débil en apariencia, pero fuerte, muy fuerte en esencia. Estudió el oficio de sastre, se hizo desde abajo y tenía como principal don una ternura inmensa, soberana, única

Hace muchos años ya murió mi abuelo Lázaro, pero la aparición de su recuerdo en mi mente es como abrir una ventana imaginaria y oleadas de sensaciones me atraviesan.

Me decía “Alec”; el “Ale”, por algún motivo fonético que no termino de entender no le salía. Y junto con los Beatles, la Negra Sosa y Silvio Rodríguez esa manera de llamarme es una de las melodías más bellas de mi historia.

“El más duro de los padres, el más tierno de los abuelos”. Así define a su padre esta joven madre, quien no entiende cómo habiendo sido tan rígido como padre, “mágicamente” haya cambiado a partir del nacimiento de su nieto, hace apenas un año.

Los sabores, los olores de la cocina de los abuelos: una de las cosas más añoradas.

Los sabores, los olores de la cocina de los abuelos: una de las cosas más añoradas.

“A mí nunca me dio un beso de esos largos que le da a mi bebé, jamás un ‘te quiero’. Pero con él es lo más amoroso que pueda imaginar, me alegra y hace muy feliz, pero me duele ver allí el padre que siempre soñé y no pudo ser.”

Y pasa a menudo, despojados de la obligación de la crianza, del peso de las cuentas, del karma de los relojes, pero sobre todo, liberados del peso de su propia historia como hijos, muchos hombres y mujeres pueden soltar en el abuelazgo los sentimientos más nobles y la más bella manera de dar amor.

Y aunque duela a quien sufrió por aparente desamor, es una forma de reparar, en un momento más relajado de la vida como la “tercera edad” aquello que han vivido y seguramente también sufrido.

Que los nietos entonces reciban todo el amor de estos abuelos, y vaya una buena noticia para estos hijos dolidos: si pudieran poner palabras (amorosamente sugiero) al sufrir, y decirle a sus padres lo mucho que necesitaron algo de esto que hoy dan como abuelos, quizás puedan los padres reparar también algo de lo que no han sabido o podido dar.

Veo muchas historias de padres e hijos que se reencauzan a partir del nacimiento de los nietos. Vale la pena el intento.

Padres estrictos que se transforman en tiernos abuelos.

Padres estrictos que se transforman en tiernos abuelos.

“Mi nieto me pidió conocer el mar, así que este verano arreglo el auto y le cumplo el sueño, lo voy a llevar a pescar al muelle.” Dice y rompe en llanto este abuelo ejemplar.

Trabajó toda su vida, mucho más de lo que hubiera querido, y hoy, jubilado y con tiempo casi de sobra, su razón de vivir son sus tres nietos, y es conmovedor ver a este hombre “duro” con una ternura y capacidad de amar que pone piel de gallina.

“Les puedo decir a ellos todo lo que me hubiera gustado que me digan a mí cuando era un chico”. Cuando le señalo que también su hija, madre de sus tres “maravillas” precisa de este amor y estas palabras, sus ojos se encienden, se ruboriza como un niño y me dice si lo ayudo a escribir una carta para ella. Lo hacemos juntos, y fue una de las más lindas letras que vi escribir jamás de los jamases.

Recetas de abuelos

“Un día te traigo milanesas de mi abuela ¿querés? Las ponemos en un tuper y te traigo algunas a la sesión. ¡¡¡Son tan ricas que te dan ganas de que te las haga en forma vitalicia!!!”

Con sus 7 años y toda la generosidad a cuestas me convida uno de sus tesoros favoritos. Le dije que sí, por supuesto, que quiero probar ese manjar.