Estudio: cómo evitar lesiones por sobrecarga al correr

Según una investigación reciente, la inclinación del tronco hacia adelante es perjudicial.

Las frecuentes lesiones por sobrecarga que afectan a los corredores pueden tener un origen poco probable: el grado de inclinación hacia delante, según un estudio de la Universidad de Colorado Denver, de Estados Unidos, publicado en la revista Human Movement Science

Los autores del trabajo explican que la flexión del tronco, el ángulo en el que un corredor se inclina hacia delante desde la cadera, puede variar enormemente: desde 2 grados hasta más de 25.

Lo que descubrieron es que una mayor flexión del tronco tiene un impacto significativo en la longitud de la zancada, los movimientos de las articulaciones y las fuerzas de reacción del suelo. Por eso sugieren que la forma en que los runners se inclinan puede ser uno de los factores que contribuyen al dolor de rodilla, al síndrome de estrés medial de la tibia (que provoca dolor e inflamación) o al dolor de espalda.

“Esto empezó como una preocupación que se convirtió en un estudio”, cuenta Anna Warrener, autora principal y profesora adjunta de antropología en la Universidad de California en Denver.

Warrener trabajó en la investigación inicial durante su beca postdoctoral con el doctor Daniel Liberman, en el Departamento de Biología Evolutiva Humana de la Universidad de Harvard. “Cuando [Lieberman] se preparaba para sus maratones, se dio cuenta de que otras personas se inclinaban demasiado hacia delante mientras corrían, lo que tenía muchas implicaciones para sus extremidades inferiores. Nuestro estudio se hizo para averiguar cuáles eran”.

Un nuevo punto de vista
La cabeza, los brazos y el tronco constituyen aproximadamente el 68% de la masa corporal total. Pequeños cambios en la flexión del tronco pueden alterar sustancialmente la cinemática de las extremidades inferiores y las fuerzas de reacción del suelo (GRF) durante la carrera, explican los investigadores.

Para estudiar los efectos de la flexión del tronco, Warrener y su equipo reclutaron a 23 corredores recreativos sin lesiones de entre 18 y 23 años.

Grabaron a cada uno de ellos en ensayos de 15 segundos en la posición de tronco que ellos mismos habían elegido y en otras tres: un ángulo de flexión de 10, 20 y 30 grados. Pero para que el estudio funcionara, primero tuvieron que averiguar cómo conseguir que cada corredor se flexionara en la inclinación correcta.

“Tuvimos que crear una forma en la que pudiéramos forzar razonablemente a alguien a inclinarse hacia delante sin que se sintiera tan incómodo que cambiara todo lo relacionado con su forma de moverse”, dijo Warrener.

El equipo colgó una clavija de plástico ligera del techo justo por encima de las cabezas de los corredores, moviéndola hacia arriba o hacia abajo, en función del ángulo necesario.

En contra de la hipótesis original del equipo, la longitud media de la zancada disminuyó 13 centímetros y la frecuencia de la zancada aumentó de 86,3 zancadas por minuto a 92,8 zancadas por minuto. El exceso de zancada en relación con la cadera aumentó un 28%.

“La relación entre la frecuencia de pisada y la longitud de zancada nos sorprendió”, afirmó Warrener