Entrevista: Enrique Piñeyro tras rescatar a 500 refugiados de la guerra de Ucrania

El argentino tuvo que postergar sus vuelos por las trabas migratorias y problemas técnicos tras un llamativo incidente en un vuelo. La nueva vida de dos exiliados en España y por qué seguirá en Europa.

Escucha la entrevista realizada por Carina Bolatti y Mario Galoppo en el programa “Punto de partida”

“En Rusia decían que éramos iguales, que éramos la misma nación pero ahora están exterminando a nuestra gente y a nuestras ciudades”. La que habla es Nuri, una ucraniana de 64 años que escapó hace poco más de una semana de su país. Su voz está quebrada, su mirada también. El paso del tiempo y el cansancio mental de tener que haberse exiliado de tierra natal se ven reflejados en su rostro.

Ella y su marido Leonit (66) se emocionan al contar su historia en la casa de Conchi y José Luis, sus nuevos e inesperados amigos españoles que ahora los refugian en las afueras de Madrid hasta que la guerra pase o hasta que puedan encontrar un nuevo hogar en España.

La decisión final será de ellos.

Las emociones los desbordan y todavía están conmovidos por su nueva realidad. Todo pasó muy rápido. Hace un mes jamás hubieran imaginado estar en este momento en España. Pero agradecen. Lloran. Se descargan.

Nuri, la mujer ucraniana de 64 años, que dejó su país y ahora vive en España. Foto Sergio Araujo, enviado especial.Nuri, la mujer ucraniana de 64 años, que dejó su país y ahora vive en España. Foto Sergio Araujo, enviado especial.

No es fácil poner en palabras todo lo que les está pasando en este momento por su cabeza. Tampoco les es fácil saber que ellos pudieron tomarse un tren con destino a Varsovia y que sus hijos y nietos aún permanecen en Járkov entre bombas y tiros.

Leonit, a diferencia de Nuri, toma cierta distancia emocional y hace un gran esfuerzo por mostrarse frío y serio. Acumula una barba de varios días, como si él no quisiera afeitarse hasta volver a su casa.

“Mirá, aquí vive mi vecino en Járkov. Nos acabamos de enterar que bombardearon hace unas horas. Esto nos podría haber pasado a nosotros”, dice entre lágrimas Nuri mientras con su celular muestra un edificio en ruinas. Allí podrían haber estado ellos si hubieran elegido quedarse en Ucrania.

Aún hay millones de ucranianos con espíritu nacionalista que prefieren resistir la invasión rusa. En las últimas semanas se viralizaron varias imágenes de gente resistiendo en calles y plazas el ingreso de los tanques rusos.

Lo cierto es que ahora están tranquilos. Nuri y Leonit pudieron encontrar algo de paz en San Rafael, un agradable barrio de las afueras de Madrid gracias a la ayuda y solidaridad del matrimonio español que sin ningún tipo de obligación tuvo la humilde valentía de recibirlos con los brazos abiertos en su afectuosa casa.

A pesar de que no hablan el mismo idioma conversan fácilmente gracias a la ayuda de un traductor web. Nuri, Leonit, Conchi y José Luis conviven ahora las 24 horas del día juntos. Aquí -a diferencia de su hogar en Járkov- tienen agua caliente y calefacción. La guerra los había dejado sin los servicios básicos como luz, agua y gas.

Nori y Leonit en su nuevo hogar junto a Conchi y José Luis, en las afueras de Madrid, España.Nori y Leonit en su nuevo hogar junto a Conchi y José Luis, en las afueras de Madrid, España.

Nuri interrumpe la conversación porque recibe un mensaje de texto de su hija. Es quizás el más importante que va a recibir hoy. Todos los días ella y su hija se escriben para dar señales de vida. El mensaje llega con una sorpresa: una foto de su nieto sano y salvo en Ucrania.

Nuri pide un abrazo. Lo necesita. Se sabe que los europeos del este tienen una personalidad más fría, pero ahora no importa. Necesita la contención que nadie le da.

“Nunca imaginamos tener que escapar a esta edad de la guerra”, asegura el matrimonio de ucranianos. Al igual que ellos, miles de adultos mayores dejaron sus hogares de toda la vida obligados por la guerra. Muchos de los que escapan de Ucrania ya son mayores de 90 años y podrían morirse en la nueva ciudad en la que les tocará vivir.

Algunos huyeron en condiciones deplorables de su tierra natal. Otros, como en el caso de Nuri y Leonit, son un tanto más jóvenes y aún gozan de buena salud, pero el dolor es el mismo y su desafío es incluso mayor al de las madres y niños: no morir en otro lado que no sea Ucrania.