La última vez que el papa Francisco apareció en público fue este domingo, durante la misa de Pascua celebrada en la plaza San Pedro. Desde el balcón central de la Basílica, el Sumo Pontífice brindó la tradicional bendición Urbi et Orbi, en un mensaje cargado de esperanza y humanidad. Fue una despedida sin saberlo, que quedará en la memoria de millones.
A sus 88 años y visiblemente debilitado, Francisco se presentó en silla de ruedas y sin la cánula de oxígeno que lo había acompañado en sus últimas apariciones. Ante una multitud de fieles, pronunció un potente mensaje en defensa de la paz, los derechos y la dignidad humana. “No puede haber paz sin libertad de religión, libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones de los demás”, afirmó.
También apeló directamente a quienes tienen el poder de cambiar el rumbo del mundo: “Hago un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”.
En su mensaje no faltaron referencias a los conflictos actuales. Habló del drama en Gaza y pidió por un alto el fuego, la liberación de los rehenes y la asistencia urgente para quienes “tienen hambre y aspiran a un futuro de paz”.
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La frase que más resonó fue su declaración sobre la verdadera fuerza de los pueblos: “Estas son las armas de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte”.
Este lunes por la mañana, el Vaticano informó oficialmente el fallecimiento de Jorge Mario Bergoglio, tras una larga agonía relacionada con problemas respiratorios. Estuvo internado durante 38 días antes de recibir el alta, aunque su estado de salud siguió siendo delicado. Su última aparición fue coherente con toda su misión pastoral: un llamado a la paz, a la justicia y a la compasión.





