Un 28 de septiembre de 1983, Santa Fe vivió uno de los episodios más tristes de su historia: el colapso del Puente Colgante, inaugurado en 1928 y orgullo de la ciudad. Poco antes de las 16:30, la mitad de su estructura se desplomó en la laguna Setúbal, ante el embate de la creciente más extraordinaria registrada hasta entonces, con un caudal estimado de 50.000 metros cúbicos por segundo, de los cuales 10.000 pasaron por la sección del puente.
Expertos señalaron que no fue solo la fuerza de la naturaleza la responsable. La construcción de la Ruta 168 y la urbanización del valle de inundación generaron un embalse que aumentó la presión sobre la estructura, demostrando cómo las intervenciones humanas pueden influir en los desastres naturales.
El Puente Colgante había sido un sueño del siglo XX, concretado entre 1924 y 1928 bajo la dirección de los ingenieros Alberto Monís y Antonio Paitoví, con la estructura metálica traída desde Francia. Tras permanecer sumergido durante 19 años, su reconstrucción comenzó en 2002 con financiamiento internacional y en 2003 fue reinaugurado, recibiendo el título de Monumento Histórico Nacional.
Hoy, su iluminación y su presencia en la vida cotidiana y turística de Santa Fe recuerdan tanto la fuerza de la naturaleza como la resiliencia de la ciudad.
