La economía argentina muestra señales mixtas: mientras el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de septiembre registró un incremento del 2,1% —el más bajo en años para este período—, la realidad de los salarios deja un panorama preocupante para los hogares. La desaceleración inflacionaria no se traduce en alivio inmediato para el poder adquisitivo de los trabajadores, que acumulan caídas reales en comparación con la inflación.
Según datos de INDEC, los salarios registrados aumentaron un 23,7% entre diciembre de 2024 y julio de 2025, apenas por encima de la inflación acumulada en el mismo período. La consecuencia es clara: muchos trabajadores enfrentan una pérdida de hasta 11% en su poder de compra en el último año. La brecha se refleja además en la polarización del mercado laboral: el sector privado no registrado presenta incrementos más altos, aunque con ingresos volátiles, mientras que los sectores público y privado registrado luchan por acuerdos paritarios que compensen, al menos parcialmente, la pérdida de meses anteriores mediante bonos o sumas fijas.
El contexto internacional agrega presión sobre el Gobierno. El FMI ajustó sus proyecciones para Argentina, recortando el crecimiento del PBI al 4,5% y elevando la inflación estimada a 41,3% para fin de año. El organismo insiste en la necesidad de acumular reservas internacionales y eliminar controles cambiarios para volver a los mercados de deuda, manteniendo la búsqueda del superávit fiscal como eje de la política económica.
Aunque la desaceleración del IPC representa una señal positiva para la estabilidad, la rigidez de los precios esenciales —alimentos, vivienda y servicios— y la lenta recuperación del salario real mantienen la presión sobre las familias. Para que la desinflación sea percibida como un alivio, el desafío inmediato es que los salarios se recompongan de manera rápida, evitando que el ajuste recaiga desproporcionadamente sobre los trabajadores.
El equilibrio económico dependerá, en los próximos meses, de la capacidad del Gobierno de traducir la baja de precios en un incremento real del poder adquisitivo, clave para sostener el consumo y reactivar la economía interna.





