La agenda financiera argentina tuvo en las últimas dos semanas un hecho de alto impacto: el regreso del Tesoro al mercado de deuda en moneda extranjera, algo que no ocurría desde hacía ocho años. La colocación de un nuevo bono en dólares bajo legislación local no solo buscó cubrir vencimientos próximos, sino también enviar una señal política y económica al mercado, en un contexto de expectativas cruzadas.
La operación consistió en la licitación de un bono con vencimiento en noviembre de 2029, con una tasa cupón del 6,5% nominal anual y pagos semestrales en mayo y noviembre. El Tesoro adjudicó US$ 910 millones efectivos —equivalentes a US$ 1.000 millones nominales— a una tasa del 9,26% TNA (9,47% TEA), en lo que se convirtió en la primera emisión en dólares desde 2017.
Desde el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) subrayaron el carácter histórico de la colocación. “Es la primera vez en ocho años que la Argentina consigue financiamiento para hacer frente a los pagos de capital en moneda extranjera”, señalaron, recordando que esa ventana se había cerrado tras la experiencia de endeudamiento durante la gestión de Mauricio Macri.
El Ministerio de Economía celebró el resultado y destacó que se recibieron ofertas por más de US$ 1.400 millones, con la participación de más de 2.500 inversores. Además, precisó que el rendimiento obtenido quedó unos 550 puntos básicos por encima de los bonos del Tesoro de Estados Unidos de igual duración y alrededor de 100 puntos por debajo de títulos argentinos comparables en el mercado secundario. Los fondos, aseguraron, se destinarán al pago de la amortización de los Bonares 2029 y 2030, prevista para el próximo 9 de enero.
En la misma línea, el economista jefe de PUENTE, Eric Ritondale, calificó la emisión como “un hito importante”, al marcar el regreso del financiamiento en dólares a través de mecanismos de mercado convencionales.
Sin embargo, más allá del anuncio oficial, el trasfondo de la operación revela un objetivo adicional: construir credibilidad de cara a futuras licitaciones, especialmente bajo ley extranjera. Para eso, el Gobierno introdujo cambios regulatorios desde el Banco Central, habilitando a las aseguradoras a endeudarse en el mercado de caución y flexibilizando restricciones cruzadas, siempre que las divisas se canalizaran hacia esta licitación.
Desde Max Capital señalaron que estas medidas “aumentan los incentivos a participar” y permiten convalidar rendimientos más bajos mediante arbitrajes entre mercados. Según el análisis de CEPA, la intención fue anclar expectativas para refinanciar la totalidad de los vencimientos de enero, que rondan los US$ 4.200 millones, y reforzar la postura oficial de que no es indispensable acumular reservas para reducir el riesgo país.
No obstante, el resultado concreto dejó un balance más cauteloso. La tasa de corte superó el objetivo inicial del equipo económico y quedó incluso por encima del rendimiento del bono más similar en el mercado secundario. Para alcanzarla, el Tesoro aceptó solo el 70% de las ofertas, dejando afuera unos US$ 395 millones de inversores que exigían tasas mayores. Para CEPA, esto indica que el proceso de rollover “será más lento de lo esperado” y que la discusión sobre el vínculo entre acumulación de reservas y acceso al mercado sigue abierta.
De cara al futuro, la estrategia de financiamiento estará condicionada por dos variables clave: la tasa libre de riesgo y el riesgo país. Las proyecciones de la Reserva Federal anticipan una baja de medio punto porcentual en las tasas de Estados Unidos hacia fines de 2026, un escenario que podría favorecer a los mercados emergentes. A eso se suma que el riesgo país argentino, actualmente en torno a los 600 puntos, se ubica muy por encima del promedio regional, donde países como Chile y Uruguay rondan los 100 puntos.
Según los analistas, si el Gobierno logra consolidar expectativas de pago mediante licitaciones exitosas o un programa sólido de acumulación de reservas, el mercado podría considerar excesivo un riesgo país de 600 puntos para un país con capacidad de pago. En ese escenario, una compresión hacia niveles cercanos a los 400 puntos —con bonos rindiendo alrededor del 7%— podría darse en un plazo relativamente corto.
El regreso al endeudamiento en dólares marcó un punto de inflexión. Resta saber si se trata del inicio de un camino sostenido o apenas de una señal inicial en un proceso que aún deberá superar varias pruebas de confianza.





