En el último domingo del año, y con una Plaza de San Pedro repleta de fieles, el papa León XIV elevó un enérgico llamado a la paz mundial y puso el foco en el impacto devastador de la guerra sobre las familias, en especial sobre niños, ancianos y personas frágiles.
Durante la celebración de la festividad de la Sagrada Familia, el Pontífice invitó a reflexionar sobre el episodio bíblico de la huida a Egipto, al que definió como un “momento de prueba para Jesús, María y José”, capaz de proyectar hoy una “sombra inquietante de amenaza mortal” sobre la humanidad contemporánea. Para León XIV, aquel pasaje evangélico no es solo memoria, sino espejo de un mundo atravesado por el miedo, el desarraigo y la violencia.
Con palabras directas, el Papa advirtió que los intereses de poder no pueden imponerse sobre la vida, y recordó que “el mundo, por desgracia, siempre tiene sus Herodes”, en alusión a quienes, movidos por la ambición y la violencia, siembran desesperación y soledad entre los pueblos.
El eje central de su mensaje estuvo dedicado a quienes hoy viven bajo el fuego de los conflictos armados. “A la luz de la Navidad del Señor, continuemos rezando por la paz. Hoy, en particular, recemos por las familias que sufren a causa de la guerra, por los niños, los ancianos y las personas más frágiles”, exhortó León XIV tras el rezo mariano, generando un profundo silencio entre los presentes.
En su homilía, el Pontífice trazó un paralelismo entre la crueldad del relato bíblico y la realidad actual, denunciando que las “defensas blindadas” de los poderosos bloquean el paso de la luz y la alegría, transformando el anuncio de salvación en un mensaje sofocado por la violencia ciega.
Para León XIV, la Sagrada Familia encarna la “cuna de la única respuesta posible de salvación” frente a un mundo marcado por el despotismo y la codicia. En ese sentido, subrayó que la oración, la fe y los valores del Evangelio son las herramientas esenciales para sostener la “llama del amor doméstico” en medio de sociedades desgarradas por la guerra.
Antes de despedirse, el Papa renovó su invitación a encomendarse a la intercesión de la Familia de Nazaret, pidiendo protección para los hogares que hoy padecen la división, el exilio y el horror de los enfrentamientos armados en distintos puntos del planeta.





