Francia amaneció este domingo con una noticia que conmueve al mundo de la cultura y el espectáculo: Brigitte Bardot murió a los 91 años, según confirmó oficialmente la Fondation Brigitte Bardot, entidad que fundó y presidió durante décadas. En un comunicado cargado de emoción, la organización expresó su “inmensa tristeza” por la partida de una mujer que supo transformar su fama en una causa y dejar una huella indeleble en la historia contemporánea.
Aunque no se brindaron precisiones sobre el lugar ni las causas del fallecimiento, el mensaje difundido por la fundación, al que accedió la Agencia Noticias Argentinas, destacó que Bardot fue una figura de renombre mundial que decidió abandonar una carrera artística consagrada para dedicar su vida al bienestar animal, una elección que definió su segunda y más prolongada etapa pública.
Nacida en París en 1934, Bardot alcanzó una popularidad explosiva en 1956 con el estreno de “…Y Dios creó a la mujer”, dirigida por Roger Vadim. Aquella película no solo la convirtió en una estrella internacional, sino que la erigió en símbolo de una nueva feminidad, libre, desafiante y alejada de los moldes morales de la época. Su imagen recorrió el mundo y redefinió los códigos estéticos y culturales del cine europeo.
Durante casi veinte años de trayectoria, participó en más de 45 películas y grabó más de 70 canciones, trabajando con cineastas fundamentales como Jean-Luc Godard, en El desprecio, y Louis Malle, en La verdad, interpretación que le valió el premio David di Donatello. Sin embargo, en 1973, con apenas 39 años, tomó una decisión radical: retirarse definitivamente del cine, al que definió como una “prisión dorada”.
Desde entonces, Bardot volcó toda su energía al activismo en defensa de los animales, convirtiéndose en una voz influyente a nivel global. Su campaña de 1977 contra la caza de focas en Canadá marcó un punto de inflexión y consolidó su rol como referente del movimiento animalista. En una de sus últimas entrevistas televisivas, en 2025, aseguró que esa lucha era el verdadero legado que deseaba dejar.
Su vida pública también estuvo atravesada por controversias. Fue condenada en cinco oportunidades por incitación al odio debido a sus posturas sobre la inmigración y el islam, y mantuvo una relación conflictiva con su único hijo, Nicolas, a quien se refirió con crudeza en su autobiografía. Aun así, su influencia cultural y estética nunca se apagó, y fue musa de intelectuales como Simone de Beauvoir, quien llegó a escribir que “un santo vendería su alma al diablo por verla bailar”.
En sus últimos años, instalada en Saint-Tropez, Bardot continuó alzando la voz contra el sacrificio animal sin sedación y el consumo de carne de caballo, fiel a convicciones que la alejaron definitivamente del brillo de Hollywood.
Con su muerte, se cierra un capítulo esencial del espectáculo francés y del siglo XX. Brigitte Bardot deja la imagen de una mujer indomable, contradictoria y profundamente influyente. Como resumió su biógrafa Marie-Dominique Lelièvre, “siempre ha sido y será una niña”, una frase que hoy resuena como epitafio de una leyenda que jamás pasó inadvertida.
