Estados Unidos atacó tres instalaciones nucleares en Irán durante la madrugada del domingo, en el marco de la “Operación Martillo de Medianoche”, con apoyo estratégico de Israel. Pese a la ofensiva, el Pentágono afirmó que no busca una guerra.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, explicó que la acción militar no tiene como objetivo un cambio de régimen. “Esta misión no fue ni ha sido sobre eso. No buscamos la guerra con Irán”, sostuvo en una conferencia de prensa.
Los blancos fueron tres sitios sensibles del programa nuclear iraní: Fordo, Natanz e Isfahan. Según fuentes oficiales, se utilizaron bombas antibúnker y misiles Tomahawk lanzados desde submarinos.
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El presidente Donald Trump confirmó el operativo y aseguró que los complejos fueron “completa y totalmente destruidos”. También advirtió que habrá nuevas respuestas si Irán decide contraatacar.
Desde Teherán, el ministro de Exteriores, Abbas Araghchi, acusó a Estados Unidos de “cruzar una línea roja muy grande”. Anunció que viajará a Moscú para reunirse con Vladímir Putin y coordinar acciones conjuntas.
La respuesta iraní llegó horas después. La Guardia Revolucionaria lanzó 40 misiles sobre Israel, dejando más de 80 heridos y daños importantes en Tel Aviv. Israel respondió con ataques al oeste de Irán.
El primer ministro Benjamin Netanyahu celebró la ofensiva liderada por Trump y la calificó de “decisión histórica”. Mientras tanto, el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió sobre “una peligrosa escalada con consecuencias catastróficas”.
La Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) informó que no se detectó radiación fuera de los sitios atacados. Sin embargo, continuará monitoreando la situación.
El papa León XIV pidió este domingo “detener la tragedia de la guerra”. La tensión crece y el mundo sigue con preocupación una crisis que ya involucra a múltiples actores internacionales.





