En noviembre regresa a la Argentina.

Roger Waters El músico habla sobre su nuevo espectáculo, justifica la espectacularidad de la puesta, repasa su historia personal, dispara contra Trump y la política israelí en Palestina.

 

Era la mente gris y compositora de Pink Floyd; es decir, un capítulo fundamental y especialmente brillante de la historia del rock, autor de verdaderos himnos para varias generaciones. Desde hace más de un década, el músico británico Roger Waters se ha dedicado a ofrecer impactantes giras y montajes escenográficos de su música, sobre todo del pasado. Si antes, por ejemplo, fue el orwelliano The Wallel vehículo sonoro-visual con el que recorrió medio mundo, ahora es la gira Us + Them la que le permite mostrar su estado de forma artística y también política. Después de arrancar el año pasado en Estados Unidos y recalar en Australia, y antes de comenzar su periplo europeo el mes que viene, para llegar a la Argentina en noviembre, el autor de Money cuenta desde Londres su visión del mundo.

-El nombre de la gira remite a una canción de Pink Floyd,¿por qué?

-Sí, a una canción que sale en Dark Side of the Moon, cuya letra escribí en 1973, una letra que en los últimos años me ha motivado la siguiente reflexión: casi todos creen que el combate que se está librando en estos momentos en el mundo es sobre la ideología, la yihad, Oriente Medio, el terrorismo, y no, no es sobre eso. Es sobre el dinero. Y en este sentido, la guerra es algo muy beneficioso. Us + Them constata ese mundo dividido entre los que padecemos esta situación y ellos. Por otro lado, si queremos ser realmente felices necesitamos estar juntos y no divididos en el nosotros y ellos del título.

-Gran parte de las canciones de “Us + Them” son de Pink Floyd, y las restantes, básicamente de su último trabajo en solitario, “Is This the Life We Really Want”? ¿Ha sido fácil acoplarlas?

-Sí. La proporción es de un 75 por ciento que escribí en Pink Floyd, y el 25 restante de mi nuevo álbum. Todo está acoplado perfectamente, y lo hemos podido comprobar desde el primer concierto por la reacción del público. Pienso que la razón reside en que los que damos vida a esas canciones palpitamos todos de la misma manera y lo transmitimos a lo largo de todo el concierto. Además, estamos hablando de una propuesta unitaria, concebida como un todo, en donde todas las piezas tienen un sentido común. Porque es una propuesta muy, muy espectacular, y en ese todo las unidades diluyen un poco su protagonismo

¿Es complicado, entonces, hacer alguna modificación en el repertorio dependiendo del país o el continente donde toquen?

-Es un montaje donde ha habido, y hay, involucrados centenares de personas. Cuando nos fuimos en enero a Australia y Nueva Zelanda, cambiamos algún tema, pero no mucho más. Dado que es un montaje en donde lo visual, las imágenes, la luminotecnia están absolutamente ligadas a la música, a cómo lo interpretamos, e incluso a cómo nos movemos todos en el escenario, cambiar una canción en el repertorio supone dos meses de trabajo.

-¿No le preocupa que la espectacularidad del montaje visual puede acabar colocando a su música en un segundo plano?

-Creo que es al contrario. Le dan a los temas una cobertura, un entorno visual y escenográfico que los hace más grandes, y más efectivos para el público, porque son más atractivos. Además, estamos hablando de conciertos en grandes espacios y escenarios. No es como cuando comenzábamos con Pink Floyd en los ’60 en aquellos locales…

-¿Cómo ha cambiado usted desde entonces?

-Mi vida ha cambiado mucho, lógicamente. Se ha ido gente muy cercana, se fueron Syd [Barrett] y después Rick [Wright], ha habido encuentros y desencuentros. Ciertamente, no tengo nada que ver ahora con Pink Floyd, y el modo de hacer música y de consumirla han cambiado radicalmente. Pero hay cosas que no han cambiado en mí, como saber desde siempre cuáles son las cosas que me hacen sentir bien; y también, creo que gracias a lo que me inculcaron mis padres, he desarrollado a lo largo de todos estos años un deseo por empatizar con otros seres humanos. Y el objetivo sigue siendo el mismo siempre: si puedo crear una reacción emocional aunque sólo sea en una persona con mi música, ya me doy por satisfecho.

Roger Waters: "Si queremos ser realmente felices necesitamos estar juntos y no divididos"

El comienzo de todo. Waters, Nick Mason, Syd Barrett y Rick Wright ponían en marcha Pink Floyd y comenzaban a dejar una marca indeleble en la música popular del siglo XX.

-Comenzó esta gira en mayo pasado en Estados Unidos. ¿Cómo respira el país con Trump en la Casa Blanca?

-La gente está realmente movilizada, y ha descubierto finalmente qué tipo de persona es Trump y todo lo que él supone. Ya lo dije en una entrevista a Rolling Stone hace más de dos años, y si entonces aseguré que Trump era un cerdo ignorante y que era un epítome de todo lo que se pueda considerar malo, ahora ha quedado no ya confirmado sino muy peligrosamente confirmado.

-Con medio siglo de carrera y de haber visto lo que ocurría a su alrededor, ¿cuál es su diagnóstico actual? ¿Es ésta la vida que realmente deseamos?

-No, no es la vida que quiero y creo que tampoco lo es para una mayoría de las personas. Es el modo de vida que desea solo una porción de gente, porque la realidad es que vivimos en un estado de guerra permanente. Un estado que está mantenido, financiado, estimulado y provocado por una serie de grupos y corporaciones políticamente muy conservadores, que mienten indiscriminadamente con el objetivo final de que es necesario vivir de forma permanente en ese estado bélico, lo cual beneficia sus intereses políticos y económicos.