Un empleado de una carnicería porcina sufrió dos robos la semana pasada y, cansado de la inseguridad, se tuvo que ir a otra sucursal.
Sebastian es empleado en una carnicería porcina ubicada en Necochea y Chacabuco. El martes y jueves de la última semana de mayo sufrió dos robos de similares características y por miedo e impotencia tuvo que solicitar un cambio de sucursal, admite que pensó en renunciar. «Estaba decidido a no trabajar mas, tenemos mas para perder que ganar. La seguridad está super pobre y falta mucho por hacer. Le pedí a mi empleador que me cambie de sucursal o renunciaba», indicó.
«Los dos robos fueron a las 19», sostuvo en los micrófonos de Radio EME. El día martes un delincuente de 40 años «entra como un cliente y me muestra un arma tipo de policía pero cromada. La cargó frente a mí y me la apoyó en la panza, me pide la plata y se va«.
El ladrón estaba a cara descubierta, «me dijo que me quede callado, que no haga nada porque me quemaba. Cuando salgo lo veo arriba de una moto a una cuadra y media», rememoró Sebastián.
Parecía que iba a ser el único episodio de violencia que iba a vivir pero no, el jueves a la misma hora se repitió la situación aunque fue mas violento. Sebastián relató que «dos pibes ingresan y me gritaban ‘dame la plata’, me tiraron al piso y me dicen ‘no me mires'». En este caso se trataba de un arma con tambor. «Me robaron la recaudación del día y objetos personales de la mochila, que recuperé en barrio La Lona porque un vecino encontró toda la documentación en su patio».
Maltrato policial
Tras el robo del día jueves Sebastián pudo ubicar el celular a través del GPS que indicaba estar en calle San José y Risso, «llame al 911 y me dijeron que haga la denuncia en la comisaría».
Con las pulsaciones aceleradas fue hasta la Comisaría 3ra. y cuando llegó les pidió a los efectivos ir hasta el lugar. La respuesta lo sorprendió, «me dieron muchas vueltas burocráticas y me dijeron, ‘te llevamos pero no nos corresponde porque no es nuestra zona».
Los efectivos policiales que iban a bordo de la camioneta no se apuraban, «ibamos a 30 km/h, frenamos en un semáforo y cuando se pone en verde no salían, ahí les digo que está verde y me miran: ‘te estamos haciendo un favor‘».
Finalmente llegaron al lugar pero tarde, el celular se quedó sin batería, se apagó y dejó de marcar la dirección exacta. No lo pudo recuperar.





