El Tango del mediodía: Breve reseña artística de Julio Sosa

Julio María Sosa Venturini, tal su nombre completo, había nacido en Las Piedras, Uruguay, un 2 de febrero de 1926. Alcanzó la fama en Buenos Aires y Uruguay en las décadas de 1950 y 1960, siendo uno de los mayores íconos de la historia del tango.
En este espacio ya contamos que le decían “El Chopin del tango”a Osmar Maderna, y “El señor del tango”a Carlos Di Sarli, como también El Rey del Compás a Juan DArienzo.
Pero si hay un apodo que le cae perfecto a un personaje, es El Varón del Tango a Julio Sosa, debido a su voz potente, su personalidad interpretativa y hasta sus condiciones actorales.
En su juventud, a causa de la pobreza, ejerció varios empleos. Pero sus ambiciones eran otras. Y tras esas ambiciones, intervenía en cuanto concurso de cantores se le pusiera a tiro.
También apareció el amor, que lo condujo al altar con sólo dieciséis años; dos más tarde, se separó de aquella muchacha, llamada Aída Acosta.
Se fue a Buenos Aires en junio de 1949.
Durante sus 15 años de trayectoria en Argentina, Sosa fue cantor de tres orquestas.
La primera, Francini-Pontier desde 1949 a 1953, con la que realizó 15 grabaciones.
Luego con la de Francisco Rotundo, de 1953 a1955, con el que grabó 12 temas entre ellos “Justo el 31”, y “Mala suerte”.
Y la tercera, la de Armando Pontier desde 1955 a 1960, ya desvinculado de Francini.
En esta etapa Sosa grabó en total 33 registros. Algunos temas destacados son: Tiempos viejos, Araca París, Cambalache, Al mundo le falta un tornillo, Tengo miedo, Margo.
A comienzos de 1960, desvinculado de la orquesta de Armando Pontier y decidido a encarar la etapa solista, convoca al bandoneonista Leopoldo Federico como marco instrumental para sus interpretaciones.
Con la orquesta de Federico comienza un ciclo de destacadas grabaciones, confirmando su gran éxito y aceptación del público.
Versiones de los tangos Nada, Qué falta que me hacés, En esta tarde gris y su recitado de La Cumparsita, son algunos de los grandes sucesos de este período. Con la orquesta de Leopoldo Federico permanecerá hasta su muerte.
Sin lugar a dudas, Julio Sosa fue el último cantor de tangos de gran aceptación popular y que convocó multitudes. Fue una de las voces más importantes en la segunda mitad de los años 50 y principios de los 60, época en que la música porteña pasaba por un momento no demasiado feliz, ya que debía enfrentarse al poderoso auge de la denominada Nueva Ola, el show business de turno.
Pese al riesgo que ello parecía representar, Julio Sosa dió pelea desde el tango y logró una venta de discos impensable para un intérprete tanguero de aquellos días, y casi tan abultada como la de cualquier cantante de esa Nueva Ola.
Pero además del tango, Sosa tuvo otra pasión: los automóviles. Fue propietario de un Isetta, un De Carlo 700 y un DKW modelo Fissore; con los tres tuvo accidentes debido a su gusto desmedido por la velocidad. Y el tercero resultó fatal.
Ese DKW era una coupé deportiva, un tanto exclusiva ya que sólo se produjeron 226 unidades en la fábrica que DKW poseía en la ciudad de Santa Fe.
Durante la madrugada del 25 de noviembre de 1964, regresando de una actuación televisiva, se llevó por delante un semáforo en la esquina de la avenida Figueroa Alcorta y Mariscal Castilla, en Buenos Aires.
Fue internado en el hospital Fernández y trasladado luego al Sanatorio Anchorena, donde, a pesar de las operaciones a que fue sometido, murió al día siguiente, con sólo 38 años.
El sepelio se realizó primero en el Salón La Argentina, pero la cantidad de público hizo que se lo trasladara al Luna Park, de donde el cortejo partió a las 16 hs del 27de noviembre, a pie por Avenida Corrientes, para llegar a Chacarita a las 22.10 bajo una lluvia torrencial.
Los efectivos policiales tuvieron que impedir la entrada del tumultuoso público, a quien debieron arrojar bombas de gases.
Horas antes del accidente había participado en un programa televisivo donde interpretó el tango “La gayola”, cuya última estrofa decía:
“Estoy contento que la dicha a vos te sobre, voy al campo a laburarla, juntaré unos cuantos cobres pa’ que no me falten flores cuando esté dentro del cajón”.
Tras su muerte vendió más de 150 mil discos y aún hoy es recordado como uno de los mejores cantores de tango.
Haciendo gala de su apodo de El Varón del Tango, escuchamos “Qué me van a hablar de Amor”de Homero Exposito y Hector Stamponi, con la Orquesta de Leopoldo Federico en Octubre de 1963.

Por: Adolfo Barrios – El Tanguero