El cambio climático y las frutas: el efecto en el rojo de las manzanas

Dos especialistas describen el impacto en los ciclos botánicos: floraciones anticipadas, cantidades y tamaños, valor vitamínico y contenidos de azúcares. Las altas temperaturas obligan.


Estudios científicos indican que aproximadamente el 25% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) procede de la agricultura. El aumento de la población y la demanda de alimentos traerá aparejado un inevitable aumento de dichas emisiones, con lo cual el sector agrícola tiene una incidencia de importancia en la problemática del cambio climático.

Si bien los científicos coinciden en que la causa principal es el uso de combustibles fósiles y su consecuente liberación de dióxido de carbono a la atmósfera, existen otros gases con impacto ambiental como el metano y el óxido nitroso, originados mayormente en las actividades agropecuarias.

La liberación de GEI altera el equilibrio entre los gases de la atmósfera, y su efecto es mayor retención de energía, calentamiento global y, finalmente, cambio climático.

A nivel de los cultivos, el calentamiento global conlleva cambios en la fenología (estudio de las fases del ciclo botánico del cultivo) de muchas especies. Se producen cambios en las fases agronómicas, que son afectadas por las variaciones estacionales e interanuales del clima. Por ejemplo, la aparición temprana de la floración en períodos que no son óptimos para ello, adelanto de la brotación y maduración de frutos y su tamaño, contenido de azúcares para su uso industrial, valor vitamínico, etcétera.

Uno de los efectos más estudiados del cambio climático son los cambios fenológicos en la fruticultura y sus efectos en la producción. Es particularmente interesante el efecto sobre la producción de manzanas.

El caso de las manzanas, una de las 3 frutas más consumidas

¿Por qué manzanas? La manzana (Malus Domestica) es una fruta importante y popular que es una de las tres frutas más consumidas del planeta. El consumo promedio en el mundo alcanzó en el año 2018 aproximadamente 9 kg/cápita (FAOSTAT).

La producción mundial se estima para la temporada 2020/21 en 75,9 millones de toneladas. Estas estimaciones prevén un descenso en relación a la cosecha anterior debido a fenómenos climáticos que afectaron regiones productoras como es el caso de China, primer productor mundial, en donde las heladas primaverales en la región noroeste han producido daños de importancia en la producción. Independientemente de los efectos producidos sobre los niveles de producción, se prevé, además, que el tamaño de la fruta será más pequeño en relación a otros años.

Como otras especies caducifolias (especies que pierden sus hojas cada año) los manzanos se caracterizan por un período de latencia, que le ha permitido a la especie adaptarse a las condiciones invernales propias de los climas donde se originaron. La alternancia del frío invernal y el aumento de las temperaturas hacia la entrada de la primavera permiten al manzano romper la latencia y así alcanzar la floración y brotación, luego de la correspondiente acumulación de horas de frio.

El cambio climático ha tenido impacto en la alteración de la fenología en el cultivo de manzanas. En diferentes regiones de Europa y Japón, la fecha de floración se ha adelantado a lo largo de la última década, hacia períodos subóptimos desde lo fisiológico, aumentando la incidencia de plagas y reduciendo la productividad.

Investigaciones realizadas en Japón concluyen que el sabor y textura de algunas de las variedades más populares de manzana se han modificado debido al adelanto en la floración y las temperaturas más altas durante la maduración del fruto.

Uno de los fenómenos más significativos producido por el cambio climático es la influencia sobre el color de las variedades Red Delicious, Gala y Fuji. El color rojo depende de la genética y las altas temperaturas ambientales no permitirán al gen expresarse y como consecuencia de ello no se producirán suficientes pigmentos que dan el color rojo a las manzanas.

Acorde a estudios realizados en regiones como el valle central de California o el sur de Chile podrían verse afectadas por la falta de suficientes horas de frío que en primera instancia obliguen a los productores al uso de compensadores de frio o cambios de variedades que permitan una producción sustentable.

Otras zonas en la que se observaron importantes efectos del cambio climático es el estado de New York en el que existen claros indicios que parte de las variedades cultivadas desaparecerán en pocos años debido a la menor resistencia a altas temperaturas o la alta necesidad de acumulación de horas de frio, lo cual obligará a reprogramar las plantaciones futuras de manzanares.

En la región del Himalaya en India, los cambios en el régimen de temperatura generaron un descenso constante en la cantidad y calidad de manzanas producidas debido a la alteración de las temporadas naturales de floración y los sistemas de polinización, generándose daños en la forma, tamaño y la calidad de las manzanas provenientes de la región del Himalaya. En algunos casos, para poder manejar el negocio en forma sustentable se intentó replantar los manzanales a mayor altura para asegurar la calidad y cantidad necesaria para mantener la sustentabilidad del negocio y en otros casos los productores dejan de producir manzanas, e intentan mantenerse en el negocio agrícola por intermedio de otros cultivos.

La situación argentina en el Alto Valle del Río Negro

En Argentina, el cultivo de manzanas se ubica desde hace varias décadas en el Valle del Rio Negro, generando una parte sustancial del empleo y la generación de divisas de esa provincia patagónica. Datos publicados en el último anuario de SENASA, señalan una superficie plantada de algo más de 14.300 hectáreas, que representan aproximadamente el 77% de la producción de manzanas. Cabe señalar que la producción de manzanas se mantiene estable desde el año 2017, luego de un importante descenso de la misma entre los años 2016 a 2017.

Los últimos años se caracterizan también, por un importante proceso de estancamiento en lo tecnológico. Parte de este estancamiento se puede explicar por la estructura de producción del sector, en el cual el 74% de los productores poseen menos de 10 hectáreas, con acceso limitado a tecnologías y sistemas de cultivo que permitan la sustentabilidad económica y ambiental de sus predios. Esta situación es parte importante de las causas por las cuales los productores pequeños abandonan la actividad buscando alternativas de menor riesgo.

La mayor parte de la producción está dedicada al mercado interno (51%) y aproximadamente un 15% se exporta; la variedad Red Delicius es la más cultivada. En los últimos años esta variedad ha perdido terreno a nivel internacional, siendo variedades como Pink Lady aquellas de preferencia en el mercado internacional. En Argentina, solo el 5% de la superficie es de este tipo de variedad, que requiere de una licencia para ser cultivada.

La necesidad de una reconversión

Una importante área del sector frutícola argentino está basada en la producción de plantaciones con más de 30 años de antigüedad y baja producción. Y la reconversión que ello exige deberá tener en cuenta también los efectos generados por el cambio climático. Los próximos años se caracterizarán por disminución de las lluvias y aumento de temperaturas con el consecuente proceso de aridez de la región.

El análisis de datos climáticos ha identificado períodos con el predominio de las altas presiones durante el otoño-invierno, lo cual provocó una menor frecuencia de frentes fríos en la región y favorecieron una circulación atmosférica caracterizada por lluvias escasas y temperaturas más cálidas que lo habitual.

Ese conjunto de factores influye directamente en las bajantes históricas que registran los ríos Neuquén, Limay y Negro. Es de esperar la aceleración de procesos de desertificación de miles de hectáreas y degradación de los suelos.

Esta falta de recursos hídricos generaría nuevos desafíos para el sector productivo de frutas, en referencia al ingreso masivo de tecnologías de riego y fertiriego. A nivel de producción y calidad del producto, se esperan cambios en los contenidos de azúcares en la fruta y su acidez, cambios en el color y tamaño de las frutas.

Prácticas sustentables, una exigencia de los consumidores

El sector deberá buscar variedades que se adapten a los cambios climáticos y, no menos importante, a las exigencias del consumidor que independientemente de precio y calidad, busca valores adicionales, como lo son por ejemplo las cuestiones de sustentabilidad ambiental.

Deberemos tomar en cuenta, que la competitividad del sector se basó en gran medida en la abundancia de recursos naturales y la mano de obra poco calificada. El resultado de esta estructura ha sido la poca diversificación, escaso valor agregado y un cultivo con baja inversión tecnológica.

La alta vulnerabilidad de los sistemas agrícolas bajo condiciones dictadas por el cambio climático, obliga al sector a estudiar la información para poder determinar las tendencias de los cambios con los que los fenómenos asociados al cambio climático se presentan. Además, deberá visualizar los posibles escenarios que permitan suministrar a los productores proyecciones a corto y largo plazo.

Investigaciones en curso han demostrado la pertinencia de la cobertura de quintas frutales con diversos materiales plásticos para minimizar los inconvenientes generados por cambios en la frecuencia e intensidad de los avatares climáticos. El uso correcto de diversos materiales permite reducir el impacto de lluvias, granizo, heladas y excesos de insolación.

El valle de Rio Negro se caracterizó históricamente por una buena coloración, aunque con una frecuente exposición al daño por granizo. La instalación de mallas para evitarlo ha traído como consecuencia inesperada notables mejoras en la sanidad y cubrimiento colorimétrico de las frutas. Se esperan crecientes inversiones para extender esta novedad tecnológica.

La sustentabilidad del sector exige inversiones en procesos de digitalización que sean innovadores, y que por intermedio del uso de tecnologías disruptivas permitan la integración de datos meteorológicos con los de riego y las condiciones existentes en el suelo. Identificar y predecir deficiencias, optimizar los periodos de cosecha, prevenir enfermedades, etc. El uso de sensores que pueden enviar información en tiempo real y tecnologías que sepan recoger, almacenar, procesar y gestionar los datos, son indispensables para esta tarea.

 

Fuente: TN/Campo