La polémica se instaló esta semana en la Cámara de Diputados, donde durante un evento antivacunas se intentó “probar” que las dosis contra el Covid-19 generan magnetización en el cuerpo humano. La escena, ampliamente difundida en redes, volvió a poner en agenda uno de los mitos más persistentes de la pandemia. Sin embargo, la comunidad científica fue contundente: no existe ningún efecto magnético asociado a las vacunas.
La explicación es mucho más simple y pertenece al campo de la física. El fenómeno que hace que pequeños objetos —sean metálicos o no— se adhieran temporalmente a la piel responde a la tensión superficial, una propiedad natural generada por la combinación de humedad y grasas propias del cuerpo. Este comportamiento, aseguran los especialistas, puede darse en cualquier persona y desaparece si se elimina esa película superficial, por ejemplo, aplicando talco.
María Noelia Lardizábal, doctora en Ciencias Biológicas, remarcó que se trata de un fenómeno general del cuerpo humano y que no guarda relación alguna con vacunas, tratamientos médicos o presencia de metales. En la misma línea, expertos en física recordaron que, aun si hipotéticamente una vacuna contuviera materiales magnéticos —algo que no ocurre—, la cantidad inyectada sería tan mínima que sería imposible producir cualquier efecto perceptible en la piel.
A nivel internacional, existe un consenso sólido: tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) ratificaron que las vacunas contra el Covid-19 no incluyen metales pesados ni componentes capaces de generar atracción magnética.
El evento en Diputados, impulsado por la legisladora Marilú Quiroz, se suma a una ola de desinformación que ya fue desmentida por múltiples sociedades científicas de todo el mundo. Mientras tanto, especialistas en salud instan a reforzar la comunicación basada en evidencia y a combatir estos mitos que confunden a la población y erosionan la confianza en las campañas de vacunación.





