El amor en tiempo de redes sociales

¿Cómo ha cambiado la pasión y el mundo afectivo con la virtualidad? ¿Son las redes un ámbito propicio para el romance? Aquí, respuestas.

Otra vez la tecnología haciendo de las suyas. Y es que, ya es muy evidente: todos tenemos un amigo, vecino o familiar que conoció a alguien a través de las redes sociales, tomó la iniciativa de relacionarse con esa persona y terminó formando una historia feliz.

Pero, ¿es posible pensar en esto como una “nueva manera de formar pareja”? ¿Será que eso de conocerse en una fiesta, en un bar o, casualmente, en la fila del supermercado, quedó en la historia y sepultado en los recuerdos de nuestros abuelos y padres?

Historias, hay varias. Con diferentes resultados, buenos o malos, pero el camino ha sido similar. Millones de personas se conectan día a día al “monstruo” de internet ya sea para buscar información, relacionarse con amigos, familiares o colegas pero, también, para conocer personas con un propósito concreto: tener una relación.

Otras veces las cosas ocurren “sin querer”, por el simple hecho de que tienen que ocurrir y la tecnología funcionó como un medio para un fin. Ya sea con intención o no, es muy común encontrarnos con personas que comenzaron su relación a través de las redes sociales y, luego de un tiempo, pasaron a mayores hasta formar parejas estables y felices. ¿Y esto está bien? ¡Por supuesto que sí!

Según Juan Manuel Martínez, psicólogo y psicoanalista, “la tecnología lo que hace es revelar viejos problemas”. Entonces, esto es un caso más, porque “en sentido estricto ¿cómo se conoce a alguien?, ¿qué significa conocer a alguien? Antes no existían las redes, igualmente la gente se conocía en un primer momento por la imagen. O sea, ver a alguien. Solo que hoy la tecnología lo lleva al extremo”.

¿Por qué? Y, porque la tecnología y su uso (en especial las redes sociales) “nos hace más práctica las cosas”, nos permite ver las posibilidades que existen, cual catálogo: “podemos ver fotos, gustos, coincidencias entre dos personas y es ahí cuando uno se anima y envía la solicitud y, cuando el otro lo acepta, es cuando se da la primera conexión”.

La fórmula es simple: “te gusta, le gustás, listo, hablen”. Y, a partir de ahí “lo mismo de siempre: la primera charla en la que mostramos la mejor cara” y las siguientes.

Luego, todo termina donde siempre ha terminado -a pesar de aquellos que le temen a la tecnología-: dos personas que acaban conociéndose personalmente; algunos llegan a formar una familia.

Ahora, ¿qué cambió? Para Martínez, se modificó y purificó ese primer contacto: “es como si pudieras depurar todas las posibilidades de error, las eliminás. Antes para saber qué le gustaba a otra persona, tenías que consultárselo. Ahora, con solamente ver su perfil, podés saber qué piensa, qué le gusta, qué hace y si hay coincidencia, ¡ya está!”.

La tecnología ha cambiado de manera superficial nuestra forma de relacionarnos: “ahora en vez de conocernos en una fiesta, lo hacemos en Tinder, y en vez de salir a tomar algo, charlamos por WhatsApp, pero el fin último, donde termina desencadenando las relaciones humanas; sigue siendo el mismo: el encuentro físico”, agrega el profesional.

Para Natalia Barrera, decodificadora de emociones, “la tecnología es una gran ayuda para personas tímidas, ya que la pantalla nos hace sentir más seguros por no ser un contacto directo. Nos permite relacionarnos con mayor fluidez, conocer personas sin exponernos tanto. Pero como todo en un exceso puede ser perjudicial, y a veces pasamos más tiempo conectados a una red que aprendiendo a vincularnos socialmente. A veces ocurre que personalmente las conversaciones no son tan fluidas como en un chat y eso puede jugarnos en contra a la hora de tener una relación estable, es como si detrás de la pantalla nos permitiéramos ser más auténticos que personalmente”.

Pero, como casi todo, existe un fuerte prejuicio sobre estos temas de amor en las redes. Siempre han estado aquellos que desconfían de estas nuevas formas de relacionarse y eso “ha pasado en todos los desarrollos tecnológicos humanos; siempre ha existido alguien que ha dicho: ‘¡no, si hacemos esto significará el fin de la humanidad!’. Eso es un problema de época, por miedo a lo desconocido”, afirma el profesional.