De la Patagonia a Haití: la misión de cuatro médicos pediatras entre los niños del país más pobre de América Latina

“¿Por qué ir a Haití? Porque Haití te atraviesa. Es el país más pobre de América latina y allí te atraviesa el dolor, ver tanta desidia, desigualdad: un Estado ausente, que nadie vele por esos niños que atendimos y aquellos que no vimos”. Quien habla del otro lado de la línea desde la remota isla del Caribe es Andrea Saglimbeni, una médica de la Patagonia que acaba de cumplir con el objetivo que se había propuesto: reunir fondos para viajar a Haití junto con otros tres médicos para atender la dura realidad haitiana.

Durante casi 20 días, Saglimbeni, junto con sus colegas Cynthia Urtasun, Anelen Benitez y Ezio Tracanna – todos miembros del Servicio de Pediatría del Hospital Zonal de Esquel – trabajaron en Haití para asistir a más de 800 niños que sufren todo tipo de males. Desde desnutrición, hasta enfermedades de piel o crónicas.

Parte de los gastos del viaje corrió por su cuenta. Pero también contaron con el apoyo de las comunidades de Trevelin y Esquel – que los ayudaron durante varios años con la colecta de medicamentos y alimentos – así como la Asociación por Nuestra Infancia, una ONG de Argentina y España.

Este grupo de médicos colabora hace muchos años con esa asociación que se encarga, mediante el apadrinamiento de niños en Haití, de brindarles educación y alimento en escuelas y orfanatos.

Así, hace ya unas semanas que Saglimbeni y sus compañeros recorren lugares remotos y peligrosos de la isla más pobre de América Latina.

“Viajar solos por Haití puede ser peligroso y hasta costarte la vida”, relató a Infobae la joven médica.

No obstante, de la mano de médicos del lugar y otros voluntarios, estos cuatro médicos argentinos recorrieron la ciudad capital de Puerto Príncipe y varias zonas rurales donde un pediatra es como una ilusión óptica prácticamente imposible de cruzar en la calle.

La logística del viaje y el alojamiento estuvieron a cargo de la asociación APNI y Familias sin Fronteras (una ONG española). Pero el resto del viaje se lo costearon ellos mismos.  También contaron con ayuda de la provincia de Chubut, y el embajador argentino en Haití, Pedro von Eyken, aportó su grano de arena con apoyo desde Puerto Príncipe.

“La realidad en Haití es muy cruda e impactante. Recorrimos gran parte del país y el común denominador es la pobreza y la desidia de un Estado ausente”, dice Saglimbeni.

Para dar un panorama del día a día que vivieron estos cuatro médicos en sus recorridas por la isla, vale una rápida postal: la electricidad funciona sólo unas horas al día y se corta muy a menudo; no hay red cloacal; no hay tratamiento de residuos y la mayor parte de los ríos y playas están contaminados.

En ese contexto, los médicos argentinos hicieron malabares ante un sistema de salud pública inexistente.

La médica de Esquel relató a Infobae que la peor situación que vivieron en Haití tuvo lugar cuando fueron al hospital de Citie Soleil. Allí los médicos no tenían insumos y les resultaba muy complicado atender a cientos de niños que llegaban con malaria, viruela, enfermedades de piel o malnutridos.

Saglimbeni y su equipo viajaron siempre acompañados por Sebastián Ghioni de APNI y Mar Granyer de Familias sin Fronteras por la Infancia. La mayoría de los niños que atendieron jamás había estado en contacto con un pediatra.

En Castaches, una población selvática a 30 km de Jeremie, de difícil acceso por la condición del camino, con apenas 1000 habitantes, estos médicos argentinos también hicieron trabajo social. Llevaron donaciones y un grupo de mujeres confeccionó unas 300 capas impermeables ya que en Castaches llueve gran parte del año.

El empuje de la Patagonia

Para concretar este sueño, Saglimbeni y sus cuatro colegas organizaron durante dos años en Trevelin y Esquel el proyecto de “Colaboración con Haití”.

Entre otras cosas, implicó la confección de cartucheras, conteniendo útiles escolares donados por los habitantes de los pueblos, que también contribuyeron con alimentos, medicamentos y ropa.

“Todo esto generó una movida muy intensa en el pueblo. Viajamos a Haití llevando un pedacito de cada persona. Ellos a su vez esperan nuestra historia”, dijo Saglimbeni, quien recuerda que también organizaron bingos y colectas de todo tipo para recaudar dinero.

“Haití también confirma que el amor no tiene barreras, no conoce de países, lenguas, religiones, razas. No importa el color de piel o las distancias. El amor que recibimos sin duda alguna nos atravesó de lado a lado. De cada niño que tocamos, besamos, abrazamos, vimos sonreír, cada persona cuya mano estrechamos. Con cada saludo y buenos deseos que nos llegaron de tantos lados a la distancia, ¿cómo no sentir ese amor? Fuimos de los pocos afortunados que se levantan contentos para ir a trabajar y vuelven cansados pero más felices aún”, recuerda Saglimbeni respecto de sus días en Haití.

Esta isla de las Antillas atravesó todo tipo de situaciones a lo largo de la historia: fue el primer productor mundial de café, el primer exportador de mango a Nueva York y el primer país de la región que inauguró el turismo histórico cultural. Pasó de ser una colonia francesa a lograr la independencia y se convirtió en un crisol de culturas nativas. Pero las múltiples catástrofes naturales, las guerras coloniales y las diversas dictaduras devastaron a esta pequeña isla hasta arrasar con todo.

Saglimbeni está por regresar a la Argentina en unos días.Pero ya piensa en volver a Haití. Así lo señala: “Dejamos más que algunas soluciones y medicinas para enfermedades, regalos y donaciones. Nos trajimos caricias con manos sucias y pegajosas, abrazos cubiertos de sudor, sonrisas y miradas complices, y el compromiso de regresar“.