Mensajes para sus propios seguidores

El del domingo 13 fue el primer debate presidencial obligatorio por ley. Y, como todo debate, sirvió más para reafirmar un momento específico de la campaña que para convencer a los indecisos, que tampoco son tantos. Los seis candidatos se movieron en el terreno en que se vienen manejando, con los resultados a la vista ya expresados en las urnas en las primarias del 11 de agosto.

La primera entrega de las presentaciones de los candidatos a presidente, en el Paraninfo de la Universidad del Litoral, dio tal vez algo más de lo que podía esperarse y, de manera previsible, quedó limitada al formato y reglas del encuentro avaladas por los propios protagonistas. Exposiciones con escaso margen alguno para la polémica. Todo, hasta la dureza de algunos y el tono de otros, pareció guionado o “coacheado”.

Hubo algunos cruces fuertes pero en rigor escaso debate, entendido como discusión y contrapunto de ideas: fueron algunos chispazos y muchas exposiciones en modo “aviso” de campaña. Cada uno se ajustó al libreto propio. Mauricio Macri y Alberto Fernández lograron mantenerse en el centro, como ejes en todo sentido: gobierno que reconoce errores –algunos- y renueva sus promesas, y oposición dura que promete revertir la crisis.

Sin duda Alberto Fernández marcó la tranquilidad de un profesional de la política, particularidades de un país sin partidos, con miles de militantes y una desesperante escasez de dirigentes, de estadistas. La izquierda, como siempre, tan dura para el discurso como limitando su propuesta al eterno lugar de minoría. Roberto Lavagna, como es sabido, con un pasado exitoso que no logra convertir en propuesta. José Luis Espert, sin poder transgredir su visión de economista, y duro, poco elástico para ocupar el lugar de opción electoral. Lo de Juan José Gómez Centurión asentado en un error del Gobierno, la nueva grieta que inauguraron con el aborto.

El macrismo, que promovió la ley en 2016, llegado el momento no le dio importancia al debate. Gesto curioso, no solo porque ocupa la Presidencia del país, sino por ser el espacio que necesita recortar distancia respecto de la fórmula Fernández-Fernández. A Macri se lo notó deslucido, no respondió ninguna acusación y se limitó a las chicanas. En espejo, Alberto Fernández había minimizado la importancia del debate durante toda su campaña, pero le sacó hasta la última gota de jugo en su tarea de demoler el relato oficialista. A tal punto que inició su presentación acusando de mentiroso al actual presidente y terminó pidiéndole que no diga más “disparates”.

Era una ocasión que el presidente pudo aprovechar a su favor; no quiso o no supo hacerlo. Además de acusarlo de mentiroso en pleno prime time televisivo, Fernández también le imputó a Macri no entender cómo funciona la economía, haber empujado a cinco millones de personas a la pobreza y beneficiar “a sus amigos” con la fuga de capitales.

Macri no respondió ninguna de esas imputaciones, demostró poca capacidad para salirse del libreto y terminó tirando piñas al aire al mencionar la “narcocapacitación en las escuelas”, una chicana dirigida a Axel Kicillof. Muy poco para un presidente en ejercicio que busca un segundo mandato.

El debate corría mayor riesgo de aburrir que de alterar el resultado electoral. Terminó ocupando el lugar de una formalidad impuesta por ley, confirmando al ganador de las PASO y al perdedor asombrado frente a su propio fracaso. No hubo sorpresas, al menos más allá de las sutilezas. Fue menos aburrido de lo que fue el debate entre los candidatos a la ciudad de Buenos Aires: los candidatos poseían mayor envergadura, prometían más. Pero nadie se enojó ni salió del libreto, nadie rompió las normas impuestas, esa serie infernal de limitaciones que impide que el debate se convierta en debate. Hubo pocos riesgos y nadie tuvo grandes tropiezos.

La sensación política que dejaron todos los exponentes es que el resultado de las elecciones del 27 de octubre está cantado, ya que los candidatos debatieron más contra Fernández que contra Macri. En el primer bloque, José Luis Espert se refirió al candidato peronista como “próximo presidente”; en el segundo bloque, le atribuyó la responsabilidad al propio Macri, al señalar que “Cambiemos no pudo evitar que vuelva el kirchnerismo”. Lo que se dice partido liquidado.

No hubo grandes sorpresas ni en el plano de las propuestas ni en la estrategia elegida por los contendientes. Se fue el primer debate, se fue un debate histórico para los santafesinos, ahora habrá que esperar si el próximo domingo en Buenos Aires (segundo debate) llegan las propuestas profundas y si algunos de los candidatos logra salir de su núcleo duro.

Por Gastón Chansard.

 

Repasa la cobertura de Radio EME en el Debate Presidencial 2019: