Rusia activó el estado de máxima alerta en la península de Kamchatka, al este del país, tras la sorpresiva erupción del volcán Kracheninnikov, inactivo desde el siglo XVI. El coloso, de más de 1.800 metros de altura, lanzó una densa columna de cenizas que alcanzó casi 6.000 metros de altura, en un evento sin precedentes modernos.
La reactivación del Kracheninnikov se produjo en un contexto sísmico extremadamente sensible: apenas días antes, un terremoto de magnitud 8,8 sacudió la región y generó alertas de tsunami a lo largo de todo el Océano Pacífico, incluyendo países como Japón, México, Ecuador y Colombia.
El Ministerio de Situaciones de Emergencia de Rusia informó que la nube de cenizas se dirige hacia el este, sobre el océano, y que no hay poblaciones ni grupos de turistas en riesgo directo. Sin embargo, las autoridades mantienen un monitoreo constante ante el temor de nuevas erupciones o réplicas sísmicas.
La península de Kamchatka es una de las zonas volcánicas y sísmicas más activas del planeta. Allí convergen las placas tectónicas del Pacífico y América del Norte, generando frecuentes terremotos y erupciones. Según el Instituto Smithsoniano, la última vez que el Kracheninnikov entró en actividad fue en el año 1550.
Lo inquietante es que esta erupción no es un hecho aislado: días atrás, el Kliuchevskoi —el volcán más alto de Eurasia, también en Kamchatka— expulsó lava y cenizas, sumándose al panorama de inestabilidad geológica de la región.
El reciente sismo de 8,8 tuvo consecuencias devastadoras en la ciudad portuaria de Severo-Kurilsk, donde un tsunami arrasó parte de la infraestructura y sumergió una planta pesquera. Expertos comparan la magnitud del evento con el terremoto de Japón en 2011, que provocó el desastre nuclear de Fukushima.
Las autoridades rusas y organismos internacionales siguen de cerca la evolución del fenómeno, en una región donde la tierra parece haber despertado con fuerza tras siglos de letargo.
