El consumo elevado de comida ultraprocesada aumenta el riesgo de muerte prematura

Según datos publicados por la revista BMJ (British Medical Journal) un mayor consumo de este tipo de productos, en más de cuatro raciones al día, está vinculado con un aumento del 62% en el riesgo de mortalidad

El abuso de los alimentos ultraprocesados -la bollería industrial, las gaseosas, los cereales azucarados, las sopas de verduras deshidratadas, los derivados cárnicos o embutidos- aumenta notoriamente el riesgo de padecer enfermedad cardiovascular, cáncer y muerte prematura, según datos publicados por la revista BMJ (British Medical Journal) y a través del cual los científicos interpelan a las autoridades se desarrollen políticas que limiten su ingesta para evitar problemas de salud.

Los autores del artículo evaluaron las posibles asociaciones entre la ingesta de alimentos ultraprocesados y el riesgo de muerte por distintas causas, como cáncer o enfermedades cardiovasculares y los resultados muestran que un mayor consumo de este tipo de productos, en más de cuatro raciones al día, está vinculado con un aumento del 62% en el riesgo de mortalidad por todas las causas analizadas -cáncer, cardiopatías y otras-, en comparación con un menor consumo, menos de dos raciones de ultraprocesados por día.

Por cada porción diaria adicional de alimentos ultraprocesados -formulaciones industriales elaboradas a partir de ingredientes refinados (azúcar, almidones, aceites vegetales, sal) o sintetizados (grasas ‘trans’, proteína hidrolizada, aditivos), y no contienen ningún alimento entero reconocible-, el riesgo de mortalidad se incrementa en un 18%.

Si bien el trabajo publicado es observacional y, aunque no establece causalidad, es importante porque ahonda en estudios anteriores que ya habían concluido la relación entre ultraprocesados y mayores riesgos de obesidad, colesterol alto, presión arterial alta, depresión y algunos tipos de cáncer, según sus autores.

El siguiente paso será, a través de ensayos clínicos, analizar cómo se produce en concreto ese daño a la salud y averiguar, por ejemplo, si cambia el microbioma intestinal de manera que pueda perturbar el equilibrio energético, informa la revista en una nota.