La historia de Fray Mamerto Esquiu, el fraile argentino beatificado por Francisco

Este sábado por la mañana Fray Mamerto Esquiú fue proclamado beato en una ceremonia realizada en Catamarca. La ceremonia se realizó frente a la iglesia de Piedra Blanca, la cual está ubicada cerca de la casa de adobe donde Mamerto Esquiú nació en 1826. 


Fray Mamerto Esquiú, quien falleció el 10 de enero de 1883 en la localidad catamarqueña de El Suncho y fue declarado Siervo de Dios en 2005, fue proclamado beato este sábado por la mañana en una misa que contó con gran número de personas sobre la explanada del templo de la Iglesia de San José de Piedra Blanca.

La ceremonia fue concelebrada por el Arzobispo de Córdoba, Monseñor Carlos José Ñáñez; el Obispo de Catamarca, Monseñor Luis Urbanc; y el Nuncio Apostólico, Monseñor Miroslaw Adamczyk. Junto a ellos estuvieron presentes varios obispos y sacerdotes diocesanos y de la Orden Franciscana de Hermanos Menores, de la que formó parte el nuevo beato.

El nuevo beato, cuya proclamación fue celebrada este domingo por el Papa Francisco, ingresó al noviciado del convento franciscano de Catamarca en mayo de 1836 e hizo sus votos a los 17 años, aunque desde los cinco años comenzó a usar, por intermedio de su madre, el hábito franciscano que no lo abandonó en toda su vida, como promesa de su delicado estado de salud.

Esquiú fue recordado por muchos como el “Orador de la Constitución”, por su famoso sermón de la constitución el 9 de julio de 1853, momento en el cual pidió “concordia y unión” para los argentinos.

Después de la batalla de Caseros, en que fue derrotado el gobernador Juan Manuel de Rosas, la provincia de Catamarca recibió con alegría la noticia de que se iba a dictar una Constitución. Pero en la Asamblea Constituyente reunida en Santa Fe triunfó la postura liberal sobre la tradicional que restringía la libertad de cultos, sostenida por el padre Pedro Alejandrino Zenteno, diputado por Catamarca. Derrotado, Zenteno regresó a Catamarca dispuesto a hacer lo posible para evitar que la Constitución fuera aprobada por su provincia, apoyado por la población cuya postura religiosa era conocida.

El gobernador Pedro José Segura apoyó la posición de Zenteno, y una mayoría de la Legislatura se preparó a rechazar la Constitución, al menos en lo concerniente a la libertad de cultos. Para ello, preparó una manifestación que disolvería la reunión obligatoria de la población para la jura de la Constitución, la cual se celebraría el 9 de julio de 1853. Convencido de la posición antiliberal de Esquiú, Segura le encargó un sermón patriótico en ese sentido.

Sorprendentemente, este pronunció su discurso más conocido, favorable a la jura de la Constitución, conocido como Sermón de la Constitución: recordó la historia de desuniones y de guerras civiles argentinas, y se felicitó por la sanción de una Constitución que traería nuevamente la paz interna. Pero para que esa paz durara, era necesario que el texto de la Constitución quedara fijo e inmutable por un largo tiempo, que no fuera discutida por cada ciudadano, que no se le hiciera oposición por causas menores, y que el pueblo argentino se sometiera al poder de la ley:

“Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin ley no hay patria, no hay verdadera libertad, existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra…”

No pudo terminar la frase, porque el auditorio lo apabulló con un cerrado aplauso. La primera resistencia a la Constitución en el interior había sido vencida, y Catamarca juró la Constitución hasta el último de sus funcionarios y personajes notables.

Su sermón alcanzó trascendencia nacional y fue copiado en la prensa de todas las provincias; la resistencia que se le podía haber hecho a la Constitución en otras provincias quedó vencida por la elocuencia de un fraile desconocido de una provincia pequeña. El texto del sermón patriótico fue impreso y difundido por el país por decreto del presidente Justo José de Urquiza. Hasta en Buenos Aires, que había rechazado el Acuerdo de San Nicolás y la Constitución, su sermón tuvo un eco inesperado, aunque de todos modos se sancionó una constitución provincial que de hecho separaba al Estado de Buenos Aires del resto del país.

Los milagros de Fray Mamerto Esquiu, el fraile argentino beatificado por Francisco

A Esquiú se le atribuyen unos 300 hechos milagrosos, entre ellos la curación de un hombre que padecía una trombosis de retina irreversible, que sanó con sólo pronunciar su nombre. El milagro que permitió que Fray Mamerto Esquiú sea declarado beato el pasado 19 de junio de 2020 fue la curación de una recién nacida con osteomilietis femoral grave. Dicha sanación fue la que logró que el 24 de abril de 2019 la Comisión Teológica de la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano diera por aprobado el milagro.

Los restos mortales del Beato Fray Mamerto Esquiú descansan en la Catedral de Córdoba, pero su “corazón incorrupto”, el cual fue robado en dos ocasiones, continúa desaparecido.