El fentanilo es uno de los analgésicos más potentes que existen. Se utiliza en hospitales de todo el mundo, incluido Argentina, para sedar pacientes en estado crítico, facilitar intubaciones o aliviar dolores intensos. Su aplicación está altamente regulada: requiere prescripción médica, control de dosis, monitoreo constante y doble firma de autorización. Pero esa misma potencia que lo hace vital en medicina, también lo vuelve extremadamente peligroso fuera de ese entorno.
“El fentanilo es 50 veces más potente que la heroína y mucho más barato de fabricar”, explicó el doctor Francisco Dadic, presidente de la Fundación Argentina de Toxicología. Por eso, en países como Estados Unidos, se convirtió en una de las drogas más traficadas y adictivas. Las autoridades norteamericanas decomisaron la semana pasada más de 11 kilos del opioide, entre ellos 3 millones de pastillas, en una de las incautaciones más grandes de su historia. La situación es tan grave que ya se habla de una epidemia de opioides, con miles de muertes por sobredosis cada año.
El problema es que, en el mercado ilegal, el fentanilo se mezcla con otras sustancias como cocaína, metanfetamina o MDMA. Los consumidores, muchas veces, ni siquiera saben que están ingiriendo este opioide. “Esa combinación potencia los efectos, pero también los riesgos: depresión respiratoria, coma y muerte”, advirtió el psiquiatra Enrique De Rosa Alabaster. Incluso en dosis mínimas, el fentanilo puede ser letal si no se administra con precisión.
En Argentina, el consumo recreativo de esta droga aún no tiene la dimensión de lo que ocurre en Norteamérica. Sin embargo, los expertos alertan sobre un posible crecimiento, especialmente por la sustracción de ampollas en hospitales o su desvío al mercado clandestino. “Es una sustancia indispensable en medicina, pero también una amenaza si se la saca del ámbito médico”, subrayó el toxicólogo Carlos Damin, del Hospital Fernández.
El caso La Plata: un llamado de atención
La peligrosidad del fentanilo también quedó expuesta recientemente en el Hospital Italiano de La Plata, aunque por una razón diferente. Un brote de neumonía en terapia intensiva dejó 9 pacientes muertos y al menos 18 afectados. La ANMAT vinculó el hecho a un lote contaminado del fármaco producido por el laboratorio HLB Pharma, que contenía bacterias resistentes a los antibióticos. Las ampollas fueron clausuradas y se abrió una causa judicial.
“Una vez que esas bacterias ingresan por vía endovenosa, el cuadro se agrava rápidamente”, explicó Dadic. El caso encendió alarmas en el sistema de salud argentino y evidenció la necesidad de reforzar los controles sobre medicamentos sensibles. “No puede haber margen de error con un fármaco como el fentanilo”, sentenció De Rosa Alabaster.
Mientras la Justicia investiga y las autoridades revisan los protocolos, el fentanilo sigue en el centro del debate mundial. Es una herramienta médica irremplazable, pero también un riesgo latente cuando falta control. El desafío es doble: cuidar su uso en hospitales y prevenir su avance en las calles.