La epigenética ayuda a combatir la obesidad infantil

La actividad física y la buena alimentación pueden alterar en forma positiva el epigenoma de los futuros hijos.

La dieta, el estrés, los fármacos, las drogas, el alcohol, el tabaco, el cuidado materno, las relaciones interpersonales y el estilo de vida son factores que pueden provocar distintos efectos en la descendencia. “La epigenética es el campo de la ciencia que estudia cómo el entorno, los hábitos y los factores ambientales pueden afectar la expresión de los genes, sin alterar la secuencia de ADN”, detalla Daniel Barrera, investigador asistente del Conicet, y profesor adjunto de la cátedra de Biología Celular de la Facultad de Bioquímica de la UNT.

Los genes cambian por la influencia del ambiente mediante una suerte de etiqueta química (el epigenoma) que se adhiere al ADN y que funciona como un interruptor: modifica la expresión de los genes activándolos o silenciándolos. Víctor Gallo, vicepresidente de la Sociedad de Obesidad de Tucumán, define la epigenética como un mecanismo que permite mejorar la calidad de vida y la salud de la población. “Los cambios no son visibles de forma inmediata, sino de aquí a 20 años, pero existe la probabilidad de que se transmita de generación a generación, y que podamos tener descendencia más sana”, resalta.

El especialista advierte que es preocupante que la obesidad infantil aumente año tras año y que se haya convertido en una pandemia. Gallo es secretario del comité de nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría. “En Tucumán no tenemos estadísticas. Pero para ser práctico: tres de cada 10 pacientes tucumanos en edad escolar que esperan en un consultorio médico, cualquiera sea su diagnóstico, sufren de obesidad”, precisa.

Además, explica que la obesidad es una enfermedad no transmisible, pero puede ser “contagiosa”. “Vivimos en un ambiente que nos invita a comer. La mayoría de las actividades y de las costumbres están medidas por la comida, que no siempre es saludable”, destaca Gallo. “Cuando a un niño mayor de cuatro años lo llevan a un nutricionista o a un pediatra por problemas de sobrepeso u obesidad es sometido a un tratamiento, porque la etapa de prevención ya perdió su oportunidad”, afirma.

La prevención debe hacerse antes y durante el embarazo, luego del parto y hasta los cuatro años. “A esa edad, el niño crea y fija su conducta”, enfatiza.

Por su parte, Barrera explica el rol de la epigenética. “Lo que se hace -resalta- es trabajar sobre la genética a partir de los factores ambientales que actúan como un interruptor, ‘prendiendo y apagando’ nuestros genes en el genoma, estimulando o reprimiendo la expresión de los genes y así se influye de modo positivo o negativo en la descendencia”.

En este proceso hay dos ventanas de tiempo en las que esos cambios son sensibles a las etapas ambientales: durante la formación de las células germinales (el espermatozoide y el óvulo) y durante el desarrollo embrionario y fetal, aunque también puede trasladarse también a etapas posnatales tempranas.

Los cuidados

Gallo resalta el valor de la prevención del sobrepeso y la obesidad con mecanismos epigenéticos. “Esto empieza con el cuidado de la alimentación de la mujer antes del embarazo -dice-. La cuestión se centra en la madre porque, aunque el niño sea fruto de la unión de un espermatozoide y un óvulo, ella aporta la mayor cantidad de genes, la mitad del núcleo y la mitocondria. El papá, en cambio, sólo la mitad que resta para completar el núcleo”, detalla.