Con lágrimas en los ojos, Flavio Mendoza confesó que robó bananas por hambre

En el ciclo de Moria Casán, el coreógrafo más exitoso del país rememoró las carencias por las que pasó junto a su familia cuando era pequeño.

En la actualidad, su nombre es sinónimo de éxito, pero en su niñez, Flavio Mendoza pasó varios momentos particularmente duros, con carencias y, sobre todo, hambre.

El coreógrafo fue uno de los invitados de la emisión de Incorrectas de este miércoles, y allí rememoró uno de los episodios de los que más vergüenza siente: el día que tuvo que robar para poder comer.

La anécdota data de una época en la que el director de Siddharta vivía en la pobreza junto a su familia, que a veces no tenía para darle de comer. “Un día robé bananas. Vivíamos en una pensión. La cocina estaba con llave y yo veía bananas; y había una ventanita. No sé cómo hice para forzarla y me estiré hasta que cacé dos bananas”, le dijo a Moria, con lágrimas en los ojos, antes de revelar que tomó la mamadera hasta los 8 años como comida diaria. “Imaginate que como no comía, me daban mamadera dormido”, contó.

Flavio también relató su infancia en el circo en el que trabajaba su madre como equilibrista. “Mamá trabajó hasta los 7 u 8 meses de embarazo”, reveló.

“El circo a mí me ayudó mucho a ´meterme en el barro´ al decir ´tengo que trabajar igual (aunque haga) frío, truene, relámpago, igual. Mi papá era carnicero en Nogoyá cuando el circo llegó al pueblo. Él fue a la primera función y de ahí en más fue siempre y se sentaba en el mismo lugar, según me contó mi mamá. Mi papá se hizo amigo de mi tío Osvaldo para poder llegar a mi mamá, y después fue a decirle a mi abuelo que estaba enamorado de su hija. Y mi abuelo le dijo ´pero el circo se va el domingo, si ella acepta, ¿usted qué va hacer? Y entonces él se unió al circo, donde hizo de todo. Lo hicieron pagar derecho de piso”, contó, antes de agregar que con el tiempo, el hombre también se transformó en equilibrista.

“Dormíamos todos en un trailer. Eran camas cuchetas y yo dormía en los pies de mi abuela Irene. Éramos los cuatro, más mi abuela y como yo era el más chico dormía en sus pies. Y así dormí durante montones de años”, recordó.

“Es difícil. Ahora que soy papá veo algo de un nene que pide comida y me mata”, notablemente conmovido.