Panamericanos: la historia del enorme papelón argentino

Un golpazo innecesario. De esos que resultan inexplicables. Que frustran hasta el alma a los competidores. Un baldazo de agua fría. El básquetbol argentino todavía recuerda la medalla dorada de los varones de la mano de Facundo Campazzoy Luis Scola. El básquetbol femenino no tuvo la misma suerte por impericia organizativa. Un papelón mayúsculo en los Juegos Panamericanos que terminó sacando del torneo a las Gigantes. Perdieron los puntos ante Colombia por negligencia logística, por un error de indumentaria. La Argentina se presentó con las camisetas azules, las mismas que vestía su rival, y el encuentro fue suspendido de manera provisional, porque ambos conjuntos tenían su color alternativo. Era el principio del fin de una jornada que lastimó.

La responsabilidad recayó en la representación argentina que equivocó que la casaca con los colores titulares era la que debían usar las Gigantes. Pero la selección llevó la camiseta alternativa al Coliseo Eduardo Dibós. Colombia, inmediatamente, en medio de la contrariedad y el estupor, pidió que se le diera por ganado el encuentro. Lo que finalmente sucedió, a pesar de las infructuosas gestiones desde la dirigencia, incluido Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino.

La historia arrojó consecuencias inmediatas: las renuncias de Hernán Amaya -coordinador de equipos nacionales femeninos de la Confederación Argentina de Basquetbol (CABB)- y de Karina Rodríguez, Directora de Desarrollo del básquet femenino, salidas que quedaron reflejadas en un tuit de la cuenta de la CABB. En la Agencia de Deporte de la Nación le adjudican toda la responsabilidad al área de Básquetbol. Explicaron que el procedimiento es que el jefe de equipo (Amaya) concurre a la reunión previa de equipos, en donde se le indica que “con Colombia vas de blanco”. Por esa razón es el apuntado por el error.

Una equivocación llamativa, porque Amaya no es un improvisado en el cargo. En julio pasado viajó al Mundial U-19, donde la Argentina fue eliminada en los 8vos de final por Canadá, y de regreso trabajó de manera inmediata para los Juegos Panamericanos. “Es uno de los momentos más tristes de mi carrera. Asumo total responsabilidad por los sucedido y ya he presentado mi renuncia. Que mi error no sirva de argumento erróneo”, escribió en las redes sociales. El equipo femenino no tuvo utilero y se optó por sumar a un médico, aunque había varios en la delegación.

Las jugadoras argentinas fueron sacadas por la organización por la puerta de atrás del Coliseo Eduardo Dibos, sin hablar -algunas llorando- y con toda la bronca a cuestas

Con el paso de las horas, Federico Susbielles, presidente de la CABB, apoyó la tarea de Amaya y Rodríguez. “Es un día de muchísimo dolor por lo que ocurrió en Lima. Es un error grave. Cometido por gente que ha trabajado denodadamente en estos años por el avance del Básquet Femenino en Argentina. Y que afecta especialmente a nuestras jugadoras, que ven trunco su sueño Panamericano”, publicó en su cuenta de Twitter.

En medio del caos, la Argentina solicitó a la organización que se postergara el juego hasta las 16.30, hora de nuestro país, luego de que una gestión para competir con remeras blancas sin numeración, adquiridas en un shopping cercano, fuera desestimada. Incluso, más tarde, a través de las redes sociales, la CABB anunció que las camisetas habían llegado al estadio, desde la Villa Panamericana. Tarde: la suerte estaba echada por un increíble y grave error administrativo y logístico. Colombia no se corrió de su posición y el partido se dio por perdido, con resultado 2-0. Paradójicamente, además de la entrada en calor, que duró media hora, se entonaron los himnos nacionales.

Con el paso de las horas se sumó el sentir oficial de todo el plantel. Un mensaje a través de las redes sociales en donde se manifestó el dolor y, al mismo tiempo, el compromiso de todas con la selección argentina para seguir jugando el torneo panamericano, más allá de la ilusión frustrada.

Las escenas posteriores a la suspensión del partido fueron dantescas. Cuarenta minutos después de la mala noticia, allí se las podía ver a las jugadoras ataviadas con sus grandes camperones y listas con sus mochilas para retirarse en medio de la tristeza. Todas estaban minadas por el desconsuelo. Alguna se apoyaba en la jirafa de uno de los aros de la cancha y con la mente en blanco; otra lloraba desconsolada, unas más sentadas sobre el parquet, utilizando la cartelería como respaldo y con la mirada perdida. Una de las Gigantes, incluso, atinó a utilizar su teléfono, pero prevalecía la orden de no hablar con nadie, y menos con el periodismo.

Una postal de hermetismo e impotencia total, después de los intentos infructuosos para salvaguardar la situación, aunque todo estaba decretado: el comunicado oficial indicaba fríamente que “Colombia había sido premiado con un walkover”, después de que las autoridades habían detectado que el equipo argentino no tenías las camisetas correctas. En ese mismo texto, se les avisaba al público que las entradas del frustrado encuentro servirían para el espectáculo de básquetbol del día siguiente.

Así como las Gigantes habían llegado a la sede con una ilusión en sintonía con su apodo, el regreso a la Villa Panamericana no pudo ser más sombrío. Para todas fue el viaje más melancólico y apesadumbrado de sus carreras en la selección mayor. Porque podían perder; siempre está la posibilidad de la derrota, pero esta frustración era la representación de la impotencia al no poder siquiera empezar a hacer picar la pelota sobre el parquet. No fue una casualdiad que las jugadoras observaran mensajes por WhatsApp con ojos llorosos y sin ganas de responder.

Y más allá de que están eliminadas de los Juegos Panamericanos, el certamen sigue para Melisa Gretter, Andrea Boquete, Debora González y compañía. Lo cual no se sabe si es bueno o es malo. Hoy, desde las 12.30, les tocará el último partido ante Islas Vírgenes, un duelo que jugarán con el rostro adusto y el corazón partido.

Fuente: Gastón Saiz (La Nación).