En el marco de la conmoción mundial por la muerte del papa Francisco, una historia profundamente humana y santafesina salió a la luz. La relató Claudio Chiuchquievich, hijo de Antonio, un conocido fabricante de zapatos ortopédicos de la ciudad de Santa Fe, quien vivió una experiencia singular que lo conectó espiritualmente con el Sumo Pontífice.
Todo comenzó hace algunos años, cuando Antonio debía someterse a una operación muy complicada. La noche anterior al procedimiento, soñó con el papa Francisco, quien en su sueño le transmitía tranquilidad y fuerza. Contra todos los temores, la cirugía fue un éxito y Antonio vivió siete años más tras aquella intervención.
“Esto ocurrió en 2014. Es una historia terrenal entre dos hombres que pudieron comunicarse a través de una carta a puño y letra. Papá soñó con Francisco previo a una operación debido a un tumor. En el sueño, Francisco le dijo que iba a salir todo bien”, relató Claudio en el móvil EME.
Movido por la gratitud, Antonio decidió devolver el gesto de alguna manera especial. Enterado de que el Papa tenía una pierna ligeramente más corta que la otra, se propuso fabricarle unos zapatos ortopédicos. Sin embargo, necesitaba algo esencial: las medidas exactas de su pie. Para lograrlo, le escribió una carta, que fue entregada en mano a Francisco por un sacerdote santafesino.
Meses después, Antonio recibió una respuesta sorprendente: una carta del propio Papa, con las medidas pedidas e incluso un zapato usado, para facilitar el trabajo. Antonio fabricó el nuevo calzado y reparó el viejo, y ambos fueron enviados a Roma para aliviar la caminata de Francisco.
Claudio, quien decidió contar esta historia recién tras el fallecimiento de su padre hace algunos meses, explicó: “En señal de gratitud, el último deseo de mi padre era devolver a través de su oficio lo que él sentía que era una deuda con Francisco”.
“Francisco tenía intercesión entre el cielo y la tierra. Hizo un milagro con mi esposo. Es un ser de luz. Tiene que descansar en paz”, expresó Blanca, esposa de Antonio.
Antonio nunca quiso hacer pública esta historia mientras vivía. Para él, no era motivo de alarde sino de profundo agradecimiento.
Una historia pequeña en escala pero inmensa en significado, que une a Santa Fe con el Vaticano en un gesto de fe, gratitud y humanidad.