El padre Grassi pidió la prisión domiciliaria por miedo al Coronavirus

El cura Julio Grassi, confinado por abuso sexual y corrupción de menores, alega un problema respiratorio y miedo a contagiarse del Covid-19.


El cura Julio Grassi, que fue condenado a 15 años de prisión por abuso sexual y corrupción de menores, presentó un pedido de morigeración de su confinamiento tras el fallo de la Cámara de Casación Penal bonaerense, que habilitó las prisiones domiciliarias en medio de la pandemia del coronavirus Covid-19.

El pedido fue formulado al Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) número 1 de Morón y en la misma, el religioso alega un problema respiratorio y temor a contagiarse del Covid-19, según lo informado por el abogado Juan Pablo Gallego, quien fuera querellante en la causa.

En el pedido también se indica que un oficial penitenciario del penal de Campana donde está preso Grassi contrajo el coronavirus.

El Tribunal dictaminó que el cura había abusado del menor conocido como “Gabriel” y lo sobreseyó en otros dos casos, pero condenado no fue preso al momento del fallo sino recién en 2013, cuando la Corte confirmó su condena y cuando perdió el beneficio de la libertad vigilada en el momento en el que confirmó el fallo la Corte Suprema.

Para el Tribunal, Grassi fue responsable del abuso de “Gabriel”, hechos que habrían tenido lugar en la “Casa San Juan Bosco” de la Fundación, en Hurlingham, y los mismos promovieron una “desviación en la sexualidad aún en formación del menor”.

En cambio, Grassi fue sobreseído en los casos de abuso y corrupción de menores sobre “Ezequiel” y “Luis”, algo que también quedó firme tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia.

Los hechos por los cuales Grassi fue llevado a juicio trascendieron a la opinión pública a raíz de un informe del programa Telenoche Investiga, y el primer caso fue el de “Gabriel”, tras los cuales se sumaron otras más que llegaron a un total de 17.

Además, Grassi fue condenado en noviembre del 2016 a dos años de prisión por malversación de caudales a raíz que pagaba con los fondos que manejaba la Fundación Felices los Niños, una vivienda que el cura habitaba en la zona.